5/4/12

Otra noche inabarcable

Sólo por la noche se vive verdaderamente con serenidad, por largo tiempo; sólo por la noche no existen las palabras que comprometen para toda la vida, ni las promesas mortales, ni las situaciones sin salida, con el breve plazo que corre y se escapa inexorablemente, y con la muerte o la vergüenza como único término y posibilidad de escape. Sí, por la noche no sucede como en la vida diurna, en la que lo que se dice una vez permanece irrevocable y convertido en ineludible promesa. Por la noche todo es libre, infinito, anónimo y mudo.

Ivo Andric, en Un puente sobre el Drina.


Mis manías, a la hora de encomendarme a la noche, vienen seguidas por una resaca que no se apaga hasta pasados unos días. Cada noche sin obligaciones me entrego a las horas que se deslizan sigilosamente hasta que se enciende un nuevo día, pero no lo saludo hasta bien entrada la mañana. Quien siga este lugar desde hace tiempo, sabrá que es un espacio noctámbulo, a veces borracho de alcohol, otras de tormento, siempre de sangre.

Aunque menos de lo extendido en el imaginario, los gatos aún cazan ratones: así atrapo lo que queda de noche cuando a ello me dispongo, cuando en el silencio de la inmensidad despejo las sombras que aún salpica el día. Debe de ser contagioso perseguir algo cada vez que se tiene la oportunidad; pero prefiero la sinceridad de la soledad a la falsa compañía de la muchedumbre, el dorado mito que alumbra la esperanza de madrugar. El nervio de la oscuridad mueve músculos congestionados a horas domesticadas.

Sí, quemo las ramas de la noche cada vez que puedo. Y bajo su copa me acuesto mirando las estrellas cuya luz se filtra. No sé si somos el tiempo que nos queda, pero, si así fuera, solo quisiera vivir al este de las doce.


Los párpados del silencio
encierran la noche incandescente
prendida en mi pecho arrepentido,
en los latidos apagados
o el reverso del espejo.
¿Quién sofoca los suspiros asfixiantes
de otra madrugada inabarcable?

Humeantes los quicios de las horas,
los latidos que no llegan
a su cita, a otro día, a otras vidas.

Humeantes los escombros
de otro fuego en las banderas de la sangre.

Somos la noche que nos queda.

3 comentarios:

V dijo...

Realmente precioso, Diego.

Noctámbula por elección. Sin duda alguna, acertada.

Un beso, uno grande.

Miguel dijo...

Muy armoniosas tus palabras. Y es que, como la luna, por la noche ilumina nuestros sentimientos.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Es que eres un bohemio incorregible de los que ya no quedan. Naciste en la centuria equivocada y deberían declararte en peligro de extinción, dado el panorama actual. Ayer tuve la mía, sólo que abstemia. Salí a la terraza a las 5 de la mañana para volver a ver el cielo estrellado y sentirme diminuta, hasta el alba. ISA