19/6/12

La calle no aporta todo

El fogonazo verde que indicó que se podía cruzar la Gran Vía apenas alteró los pensamientos que llevaba conmigo. Era de noche, y el mismo día había caído en unos versos dedicados a esta diosa que nos besa la espalda un tercio del día. Cuando me acerco a ella, por las horas en que se silencia, me arrastro demasiado como para arrancarle la lucidez a las ideas. Y es un fastidio, porque durante el resto del día la llevo dentro y cuando la cabeza quiere zambullirse en ella ya mi cuerpo no es fiel a mis deseos: duele sostener las horas en el lomo.

Pero anoche contaba el tiempo por zancadas, como si las piernas fueran las manecillas del reloj y las calles inmensos cuadros por pintar. Hay quien cuenta el tiempo por trabajos, por parejas, por dinero, por días, por vacaciones, por libros o por estrellas. A mí, que me gusta todo a la vez en una misma patria, lo contabilizo de manera dudosa. Apenas recuerdo la precisión de los días y, cuando los retengo, me deshago de su exactitud al mismo tiempo: ocuparse en la forma en cierto modo deja en un segundo plano su contenido, y eso ya no es atractivo. 

Y ayer era la carne del pensamiento lo que me movía de un sitio hacia otro a pesar de que "ya es imposible encontrar rincones poéticos al final de un pasadizo tortuoso; ya no hay sorpresas". Lo dejó escrito Pío Baroja en su Árbol de la ciencia que en los últimos días he disfrutado con verdadero deleite. Las conversaciones entre Iturrioz y su joven sobrino Andrés Hurtado (alter ego del autor) son brillantes. Trato de imaginarme a un joven estudiante de medicina en el Madrid de finales del XIX con una arquitectura intelectual de un calado inmenso, de unas conversaciones de una hondura impropia de un joven de veintipocos... y me devuelve la fe en algo que no sé qué es y ni siquiera si creí o dejé de creer en ello.

Inmerso en la búsqueda de una explicación de la vida que atraviesa varios planteamientos, su tío le dirige hacia los filósofos ingleses, que él descarta por considerarlos "carros pesados que marchan chirriando y levantando polvo". Para Iturrioz, son los ingleses a los que tiene que estudiar porque son los ingleses quienes "no te alejan de la vida" para decirle más adelante: "Estás perdido, ese intelectualismo no te puede llevar a nada bueno". 

Al romanticismo juvenil le hace contrapeso el aprendizaje de los años de su tío, buena metáfora del paso del ¿tiempo, estrellas, libros...? que deberíamos de recoger como camino que sigue el camino. 

Se dice que el maestro aparece cuando el alumno está preparado: las cosas suceden cuando tienen que suceder. Y no sé por qué yo me tropecé con este libro después de un cuatrimestre donde estudié sociología con una mezcla de aprendizaje vital y sobredosis de intenciones, es decir, una mezcla agridulce. 

Pero precisamente fue en una asignatura donde estudié el surgimiento de la sociología como ciencia ("física social" denominó Compte a las primeras pretensiones científicas) y de los procedimientos y mecanismos de ésta. Ahora, leyendo la filosofía algo viscosa de Baroja, quien fue criticado por su desorden y estructuración dudosa, vuelvo a cierto pasado inmediato para recordarme que debo empezar a aprender ciertas pautas. 

En lo personal, en los últimos tiempos consideró que mi interioridad está pasando de la curiosidad voraz al estudio templado. Para quienes hemos estudiado carreras nada fértiles, nos quedó el inmenso vacío del conocimiento que después hay que rellenar. En mi caso, ando en ello posando sobre mí las bases académicas y estructuradas de una disciplina joven en su planteamiento pero vieja en su interés. Fue Aristóteles quien dijo que "quien vive fuera de la sociedad por organización y no por efecto del azar es o un ser degradado o un ser superior". Se refería a polis griega como paradigma de sociedad. Siempre ésta fue objeto de preocupación.

 En estos tiempos necesitamos de referentes que, si bien en el presente no abundan, y generalmente cuando aparecen tienen intereses ocultos, pienso que hay que volcarse a la búsqueda de aquellas inquietudes que van más allá de nuestro pensamiento rutinario. Ayer por la noche me tropecé en una serie de planteamientos que destrozaron las últimas fuerzas que me quedaban hasta llegar a casa. Pero me reconforta saber que lo que uno busca lo encuentra, quizá no en la calle, pero sí en vidas que nos han dejado formas de respirar.

 

2 comentarios:

Ferragus dijo...

Quedan suspendidas en el aire aquellas “pautas” ¿Qué formas tendrán? ¿Dónde, en el tiempo, nacen? (Nótese el sentido espacial que adquiere el tiempo) Creo en esa, tu búsqueda; esas palabras no podrían ocultar doble intención. Pero te invito a darnos un chapuzón; naveguemos por aquella primera frase del último párrafo; dejémonos llevar; preguntémosles a las palabras que en ella habitan. Quizá encontraremos respuestas con ayuda de esas pautas que dejas apenas asomar. Quedo hambriento de texto, estimado.
Un abrazo con genuino aprecio.

Miguel dijo...

A veces la vida te plantea dudas. Yo soy todo una duda. Cada día, con cada nuevo amanecer, o cada noche con cada nuevo anochecer me surge la duda. Los conocimientos que hemos ido adquiriendo a través de la experiencia me plantean dudas. Y no sé cuando llegará donde no sé...

Un abrazo.