6/7/12

La amenaza de la urgencia

Los libros, los idiomas y las ciudades tienen su tiempo. Reposan en un rincón hasta que uno le da un mordisco a Viena o a El conde de Montecristo. Nueva York tiene un encanto entre crepuscular y nostálgico, porque en ella ya mojaba su pluma Julio Camba hace un siglo y allá se sigue peregrinando para enviar a la historia los sueños. Acabar en una librería de estanterías caoba y meterse al reverso de la chaqueta una novela sospechosa de ser abandonada en la habitación tiene su encanto. ¡Como si los libros estuvieran solo para leerse!

Existe la impaciencia de llegar a casa y ver un lomo verde, la descarga de adrenalina cuando lo último que tocas es la contraportada manchada de café, los sueños cuando aún coletean en los últimos momentos del día…

Y precisamente esta mañana, empañada de plata, me sucedió algo cuando abrí Un invierno propio, traído a mis sábanas hace varios meses en un aniversario de esos que a uno le recuerdan que ya vivió unos cuantos inviernos. Como sucede con las grandes sorpresas, éstas ocurren imprevistamente. Lo primero que me encontré al abrirlo fue un poema que recogía una historia con este verso final: “Las cosas que me pasan cuando sueñas conmigo”.

A menudo los intereses de uno están imantados al azar, a la intuición, a la invisibilidad poderosa de la atracción. Cuando me  tropiezo con un lugar, con una persona, con un autor, con una película… con algo, en fin,  que remueve lo más profundo de mí, no pierdo de vista que alguna vez compré ese libro que no leí pasados unos meses, a veces años. Y que sí llegué hasta ese punto es porque era ese momento, y no otro, cuando se alineaban mis necesidades de ese momento y las oportunidades que la vida me brindó. Recuerdo mirar por encima a Lope de Vega y sentir el prurito de hallar en el siglo de oro más metales precioso. Pero estaba de exámenes, y cuando los terminé, ya sentía el deseo de cavar en otras minas.

Aunque si hay necesidades que el alma resuelve como puede –como si de un cimiento indestructible se tratase-, otras muchas son pasajeras y dura lo que el vuelo de un ave. Lo que pienso que distingue al conocimiento de otras maneras de acercarse a cualquier universo es la capacidad de reaccionar bajo la urgencia. Claro que hay quienes en 90 años han sabido reventar los paréntesis que enjaulaba cualquier puntos suspensivo. Ahí es donde está la magia del misterio.

3 comentarios:

Ferragus dijo...

Resulta auspicioso el texto; lleno de oportunidad y, sobre todo, libertad. Un saludo.

Anónimo dijo...

vamos: de lo soñado.
Un abrazo

Miguel dijo...

Me ha encantado tu texto. Es como un grito que invita a soñar despierto con la sabiduría que encierran los libros. Yo los adoro. Los tengo, los guardo, los miro, los leo...

Un abrazo.