Existe la impaciencia de
llegar a casa y ver un lomo verde, la descarga de adrenalina cuando lo último
que tocas es la contraportada manchada de café, los sueños cuando aún coletean
en los últimos momentos del día…
Y precisamente esta mañana,
empañada de plata, me sucedió algo cuando abrí Un invierno propio, traído a mis
sábanas hace varios meses en un aniversario de esos que a uno le recuerdan que
ya vivió unos cuantos inviernos. Como sucede con las grandes sorpresas, éstas ocurren
imprevistamente. Lo primero que me encontré al abrirlo fue un poema que recogía
una historia con este verso final: “Las cosas que me pasan cuando sueñas
conmigo”.
A menudo los intereses de
uno están imantados al azar, a la intuición, a la invisibilidad poderosa de la
atracción. Cuando me tropiezo con un
lugar, con una persona, con un autor, con una película… con algo, en fin, que remueve lo más profundo de mí, no pierdo
de vista que alguna vez compré ese libro que no leí pasados unos meses, a veces
años. Y que sí llegué hasta ese punto es porque era ese momento, y no otro,
cuando se alineaban mis necesidades de ese momento y las oportunidades que la
vida me brindó. Recuerdo mirar por encima a Lope de Vega y sentir
el prurito de hallar en el siglo de oro más metales precioso. Pero estaba de exámenes,
y cuando los terminé, ya sentía el deseo de cavar en otras minas.
Aunque si hay necesidades
que el alma resuelve como puede –como si de un cimiento indestructible se
tratase-, otras muchas son pasajeras y dura lo que el vuelo de un ave. Lo que
pienso que distingue al conocimiento de otras maneras de acercarse a cualquier
universo es la capacidad de reaccionar bajo la urgencia. Claro que hay quienes
en 90 años han sabido reventar los paréntesis que enjaulaba cualquier puntos
suspensivo. Ahí es donde está la magia del misterio.
3 comentarios:
Resulta auspicioso el texto; lleno de oportunidad y, sobre todo, libertad. Un saludo.
vamos: de lo soñado.
Un abrazo
Me ha encantado tu texto. Es como un grito que invita a soñar despierto con la sabiduría que encierran los libros. Yo los adoro. Los tengo, los guardo, los miro, los leo...
Un abrazo.
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