11/1/13

Me rindo: la luz me puede



Él había conducido media noche
desde el lejano San Joaquín
hasta Mariposa
atravesando peligrosas carreteras de montaña...

Gary Snyder

Apenas prendo el fuego en el salón y me entero de que tengo que venir a Madrid. Dejo los troncos humeantes y enfilo la autopista casi del tirón durante 423 kilómetros, con una escasa parada para estirar la espalda y repostar. Son las cuatro, la tarde está empañada, y en el aparato de música gira Roy Orbison. No me gusta especialmente conducir; no le encuentro el placer al hecho de avanzar por frías carreteras. Pero sí amo la carretera como símbolo, a la americana, de libertad, de aroma a carretera del trueno. Acelero.

El trazado es conocido: al principio serpentea un poco, después tira hacia arriba otro poco, luego llanea y al final se maneja entre coches. Cuatro horas después y el pantalón lleno de migas, pongo el freno de mano y el aliento se congela del frío. Es de noche y he dormido poco, pero a partir de ahora es cuando comienzo a dar mis primeras lúcidas zancadas. Es un problema que tengo con la secuencia del día y la noche, y se escapa de mis manos pues solo pasadas horas ya avanzadas es cuando el cuerpo me permite estar concentrado.

Es pasar la frontera de una fecha a otra y revolucionar completamente la disposición. Si un café después de comer hormiguea por mis pies, ocho cafés a las tres de la mañana me dan paz; si me bailan las letras de un libro viscoso a las siete de la tarde, a la una de la madrugada sé que sajaré sus carnes con tranquila naturalidad. Incluso, cualquier acto insignificante en su apariencia, se me vuelve esencial bajo la complicidad del silencio y la madrugada.

Asumir estas inclinaciones me inquieta. Tener que esperar todas las horas del día mientras llega la hora de poder detenerme en mis asuntos, a veces me desespera. Ni siquiera hacer deporte puedo cuando aún brillan el sol o las nubes.

Así que estoy pensando en subirme al coche, de día, y lanzarme zumbando por territorios no conocidos con el deseo de que jamás se ponga el sol. Creo que es lo único que podría hacer mientras la oscuridad no ampare mi existencia.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Qué nocturno eres... Así que te ha tocado venir a Madrid... Qué ires y venires te traes...


Besos

pipo el filosofo dijo...

Because the night belongs to lovers.