13/1/13

Romper la memoria

Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.
Luis Cernuda 

De mi novia de posadolescencia tengo dudosa conciencia. Que sí, que desprencintar el corazón tiene mucho de iniciación e intuición, y aún más de hermosa derrota. Porque el primer amor, pienso, está predestinado al más bello fracaso (¿acaso uno bajará de los 10 segundos en 100 metros con las mismas zapatillas con las que empezó a trotar en su más tierna infancia?). No pasa nada, me digo hoy, unos cuantos años después, aunque aquel disparate que duró quizá cinco años y un millón de dolores de cabeza debió de sentar muchas de las bases de los juegos de hoy.

 El caso es que andaba ayer dándole vueltas al asunto de fulminar de la memoria ciertos hechos, como dándole a una tecla, y destruir aquello que fue, lo que pudo ser y no fue y lo que quizá sea. Inútil cometido, concluí. Y caí en aquellos primeros balbuceos del amor en mi más inocente primera juventud. En un arrebato de melancolía y rabia, en uno de esos rodeos antes de mandarse al carajo (¡duro desafío!), rompí todo aquello que me recordara a ella. Pasé, al menos, un par de años recuperándome del susto, descreyendo de todo y más de mí. 

Hará unos meses que, ordenando un armario, hallé un par de fotografías que delatan aquello. Podría haberlo negado, pero esas fotografías, ya con el amarillo posándose lentamente sobre las caras, me habrían escupido la verdad a la cara. ¿Suceden las cosas cuando no tenemos conciencia de ellas. Burlar al pasado no sé si tiene mucho sentido, pues éste es una mezcla de todo, incluidas cenizas, papeles rotos y amores de una noche (o dos), de verano y de un lustro. Y puesto que estoy hecho de fogonazos y telas rotas, me da rabia no acudir a él en fotografías y dibujar una amable sonrisa. Aunque sea queme toda Alejandría, todo Sarajevo, la memoria perdura.

 Ahora que lo pienso, aquel tiempo también fue divertido. Solo me arrepiento de haber maldecido todas (excepto dos) las fotos y recuerdos que darían fe una importante fracción de mi existencia. Esa chica de posadolescencia.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Y que lo digas. Feliz año y mejor dicha, en primer término, intentando con esto disculpar el retraso. Tienes toda la razón y por mucho que lo queramos, las neuronas no van a resetearse como un hard disk y además; ya están las pruebas del delito (fotos propias y ajenas que ayudarán cuando comience el alzhéimer a asomar por la ventana) para recordarnos lo que un día vivimos y fuimos para llegar a ser lo que somos. Un fuerte abrazo desde la distancia, que no desde el olvido. ISA MICID

Fe r dijo...

Hace poco hice limpieza de viejas heridas de juventud tirando los restos materiales de los recuerdos. Pero te aseguro que los recuerdos, para bien y para mal, no se rompen. Dicen algunos que aún si contraes una de esas terribles enfermedades que te van quitando la memoria, hay sucesos de la memoria emocional más remota que no olvidas.

Un beso grande, Diego.

Pau dijo...

Y en uno de esos arrebatos de melancolía planeamos nuestro viaje a Tasmania que aún está pendiente! :)

Miguel dijo...

Creo que en tu recuerdo hay más felicidad de la que te piensas. Ya sé que lo pasado no lo mueve nadie. Que está ahí y ahí se queda. Y si se olvida, pues no eso; vuela de la mente. Pero según cuentas, algo de vivaz felicidad brotó al mirar las fotos. Son pasado. Incluso no existe. Pero lo podemos soñar. Y eso es fantástico.

Un abrazo.

Silvia Gallego dijo...

¡¡La conciencia, el pasado, las emociones!! Todo nos con-figura, nos hace lo que somos AHORA

GRACIAS POR COMPARTIRTE

me encantaron los poemas que se imprimieron en el libro azul-mar por el premio

te animo a seguirme por las nuevas sorpresas que puedan aparecer¡¡ tb a tus LECTORES DE MI AÑORADO SANTANDER Y DE OTROS RINCONES

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besoenversado desde esta bella ciudad árabe con su sierra nevadísima