25/4/14

Morir en Chichigalpa

Chichigalpa, en el estado de Chinandega, es un cementerio al aire libre: un cementerio donde las muertes se anuncian con ironía. En la entrada principal de la ciuidad, donde se entra procedente de Managua, a 130 kilómetros, una pintada anuncia: “Dios Bendiga a Chichigalpa”. Muy cerca, entre ese cartel y la destilería del ron Flor de Caña, otro dice: “Chichigalpa es inolvidable”. 

Ahora se entenderá.

Un poco más adelante está la plaza central. Y siguiendo por esa calle, en la calle del mismo nombre, hay dos funerarias con sus ataúdes bien dispuestos. También es probable que el improbable extranjero que se asome por aquí escuche la voz que, a través de un micrófono, anuncia la muerte de un joven.

Son miles los afectados. Mueren de Insuficiencia Renal Crónica, una enfermedad que ataca los riñones. Si no se trata adecuadamente, se suele morir en un plazo breve. Y en este pueblo han muerto ya 9.000 personas en los últimos años.

Ellos acusan al gran motor de la economía local: el ingenio San Antonio, donde espiga la caña de azúcar que después se beberá en las botellas de Ron de Flor de Caña. Los pesticidas y maduradores que se emplean contaminan las aguas, de las que beben. La empresa lo niega. Pero hay muchas evidencias que prueban lo que los afectados reclaman. 

Francisco lleva cinco años viviendo en una chabola
de madera reclamando una indemnización.
No únicamente actuaciones autoritarias, acusaciones falsas e insultos, o un muerto el otro día en una huelga con un balazo de la policía. Son 9.000 muertos, 15.000 afectados que pronto morirán (tienen asumido su destino y repiten “estamos en manos de Dios”) y demasiada tristeza.

Es demoledor. 

Julio Cadenas, uno de los afectados, acabó una madrugada en urgencias porque sintió fuertes convulsiones, vómitos y las piernas le fallaban. Eran las cuatro de la mañana y tuvo que pagar una camioneta hasta Managua para que le llevara. Fue en julio, y su nivel de creatinina era de ¡28 miligramos por decilitro! A partir de 1,3 se considera enfermedad; en la empresa los echan. Empezó a hacerse hemodiálisis, primero en Managua y ahora en León, a 45 minutos de casa. Va y viene en autobús. Hoy está molido: en la mano lleva un trozo de esparadrapo. Ha estado conectado cuatro horas a una máquina. Dice que le machaca.

“Peleo por la indemnización porque esto es de la empresa. Yo me afecté en la empresa, en el ingenio san Antonio”, me explica sentado en una silla con grandes molestias. “Quienes primeros se dieron cuenta es el ingenio San Antonio, por eso fue que empezaron a sacar a la gente. Ellos dijeron: es más preferible que vayan saliendo de Chichigalpa a que que digan “se murió fulano de tal reparto, se murió el otro”. No es lo mismo que murieran de aquí, uno a uno, que del Ingenio San Antonio. Todos los diputados lo saben. Estamos en manos de Dios, que es el único que nos puede salvar. Aquí ha habido investigaciones de todo tipo. Estuvimos cinco meses en la Asamblea. Toditos los saben. Y son los que están ahora mandando en el Gobierno. Cuando mandaban los liberales, ellos decían que los buscáramos para que nos apoyaran; los liberales nunca nos apoyaron. Ahora que están ellos en el poder, los buscamos y nos cantan fado”. 

En este pueblo se respira tristeza plomiza, insoportable.

Después de pasar un par de días, vagando entre este cementerio anunciado, recuerdo las palabras de Marcos, un afectado que también dice estar en manos de Dios: “¿Verdad que lo vas a contar en España? ¿Verdad que se va a enterar todo el mundo?”

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