28/5/14

Travesía por el Gran Norte

Ya no hubo más conversación; la dificultad del camino no permite tales lujos. Y entre todas las faenas, la de la ruta del Norte es la peor. Dichoso el hombre que puede soportar una jornada de viaje a base de silencio, y eso en una ruta ya abierta. Pues de todas las descorazonadoras tareas, la de abrir camino es la peor. 

 Jack London, en El silencio blanco


Le meto músculo a las piernas, historias a la cabeza, fantasía a las aventuras, pertrecho mi bicicleta: en diez días estoy volando hacia el Gran Norte. Durante cinco semanas buscaré las huellas de un pasado que justifica este viaje. Y es que en gran medida esta travesía en solitario y bicicleta se trata de eso.

Portada del  Seattle Post-Intelligencer de julio de 1897: Oro!, oro! oro!

Seguiré los pasos de Jack London, entenderé lo que el padre Luis Eline le dijo a Segundo Llorente, el misionero leonés que pasó 40 años en el 49 estado de la nación: “La verdadera Alaska la va a ver usted a las veinticuatro horas de salir de Fairbanks, y, mientras más al Oeste camine usted, más palpará la realidad de lo típico de Alaska”, oleré el fantasma del oro, subiré por el río Yukón buscando tramperos y solitarios…

Comenzaré en Anchorage, la ciudad más grande de Alaska hasta llegar a Fairbanks. De ahí, y como le dijo Eline a Segundo, comienza lo realmente salvaje. Lo más duro de la travesía serán los aproximadamente cinco días que me llevará atravesar la Top of the World Highway, la carretera que conecta más rápidamente Alaska con la región del Yukón canadiense. A cambio, son cerca de 200 kilómetros donde se combinan el vacío, la despoblación y la máxima expresión de lo salvaje.

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