A unos ojos tostados.
Qué de repente y
así, como sin nada,
se revuelven los
cielos, de improvisto.
Qué despacio pasa
el tiempo –y no insisto–
cuando el vuelo
se alza en tierra abrasada.
Qué extraño color el de mi almohada
esta noche en
que tus sienes desvisto:
llegó el día del
temor desprovisto
de mi casa, aún desasosegada.
Qué en silencio
y así, entre ruido de palo,
una luz confabula
en desnudarnos
y una sombra nos
mezcla en el abismo.
Entre ruinas del pasado me instalo
y un jardín empeñado en recordarnos
y un jardín empeñado en recordarnos
que yo estoy en la
otra mitad de mí mismo.
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