Hablaban sobre
la libertad los hombres más presos de sus prejuicios. Si algo hay estampado en
esta conjunción de seres llamada sociedad es eso. Las palabras son
cáscaras, etiquetas que recubren algo real y que llegan ya con el pulso leve al
corazón de los demás. Son lo que tenemos para manejarnos en el día a día, pero
no son nada por sí mismas aunque taladren nuestros oídos. Solo si van cargadas
de savia ese sonido se hundirá en nuestras raíces.
Recientemente
estuvimos en Madrid celebrando el
200 cumpleaños de nuestro amado Henry.
A mí me tocó hablar de su importancia sociopolítica, por lo que anduve pensando
qué podría transmitir bajo el sonoro título y sobre alguien que alguna vez pidió palabras que ningún
intelecto pudiera comprender. Si –como el mismo expresó– el silencio es el
megáfono de la verdad, ¿cómo tallar en el aire lo inconmensurable de una
certeza?
La intervención
partió sobre la libertad. Pero ¿qué significa eso?, ¿es solo una palabra?,
¿basta ser libre diciendo que eres libre? ¿cómo transmitirlo sin chapotear en
un lenguaje religioso que desoriente, por prejuicios, la esencia?
Sabemos por qué
Thoreau se fue a Walden y por qué en
ese momento, después de cuatro años meditándolo. También sabemos qué le pasó al
poeta Ellery Channing en su retiro en aquella llanura de Illinois. Sabemos qué
fue Atenas, qué es Dios y dónde está, nos hemos hecho la pregunta “¿quién soy
yo?” y hemos desplegado la dinamita para comenzar a quebrar todo lo que sobra y
nos despistaba.
Sri Yukteswar,
el maestro de Yogananda –uno de los grandes yoguis del siglo XX– solía decir:
“La sabiduría no se asimila con los ojos, sino con los átomos. Cuando la
convicción de una verdad no esté únicamente en tu cerebro, sino en todo tu ser,
entonces quizás podrás dar testimonio de su significado”.
¿De qué sirve
saberse de memoria la conversación entre Krisna y Arjuna si solo son palabras?
O, por volver con Yukteswar, “si uno dedica el tiempo a hacer ostentación de su
conocimiento de las escrituras, ¿qué tiempo queda para la silenciosa meditación
interior que se sumerge profundamente y encuentra las inapreciables perlas?”
Aunque el mala que abraza este cuello y cae hasta
el ventrículo sea, a ojos ajenos –como si la eternidad se casara con la moda–,
un abalorio; si ‘yo’
Me he pintado
en el brazo
iniciales de tu nombre
traducido al braile
es para
contemplarme desde afuera, desde las márgenes, para latir con ellos y con todo en la comunión de lo que
es. Todo cabe en dos siluetas: el resumen de los 31 años que comenzaron
mucho más atrás, cuando quise ser nada y todo, y una voraz intuición descarnó
la necesidad de colarse en los trajes a medida.
Henry fue mi
primer maestro, quien despertó la búsqueda de lo real hasta que G., después de
las súplicas al cielo, cayó de una estrella:
Si a un “yo” desarbolado
de la lumbre de este in-mundo
a quemarropa,
de las ubres otoñales
que despuntan junto a ti.
Si a este “yo” deshojado
por el viento –o su emisaria–
de ala ancha.
Si superamos
nuestro Walden y nos devoramos vivos y se posan en nuestro hombro los azulejos
y en nuestros pies las lombrices y la compasión explota en nuestros corazones y nuestra
existencia fuera la única definición de lo que somos… Si, de la mano de G. nos
quemamos en el fuego y venga Emerson y nos sumerjamos en cada palabra de sus
versos:
…en cada espira de la forma va el
gusano
lucharse por alzarse hasta lo humano.
Y si entonces diéramos cuenta de la verdadera libertad de nadie...
3 comentarios:
Muy interesante la reflexión. En mi opinión, la libertad tiene que ver con ese estado de presencia que se da cuando estamos en soledad, porque ya no es búsqueda, requiere observación. Cuando buscamos o analizamos algo desde fuera, es que no hemos logrado tenerlo dentro. Cuando se consigue, lo sentimos profundamente. Puede que tenga una visión más espiritual, creo que soy libre cuando dejo de controlar “lo otro”, y ese otro también puede ser libre con sus acciones...
Creo que la libertad desde la cultura occidental es difícil porque es manipulación y control.
Es solo mi opinión;)
¿Pensaríamos en la libertad si fuéramos realmente libres? Yo nunca me pregunté por ella hasta que lo hice. Entonces me di cuenta de que solo había sido libre hasta ese día, pero encontré consuelo: desde entonces cambio ser por sentir. Y ya :-)
Lo tengo por ahí escrito, pero no quiero hacer spam (por no decir que es un blog tan viejo que ya da vergüencilla).
Hay un relato ultra breve de Pere Calders sobre la libertad que dice más que una trilogía: «Le dijeron al reo que tenía el derecho de una última voluntad, pero él contestó que pasaba, porque no se pondrían de acuerdo».
Bea, creo que estamos hablando de lo mismo: la verdadera libertad es despojarse de todo, vaciarse hasta la última gota. Y ahí, y solo ahí, nos hemos liberado de todo lo que no somos.
Virginia, hay también un soneto de José Hierro que dice: "Llegué por el dolor a la alegría". El punto de partida, desde luego, es una cárcel, y supongo que sea un empacho de uno mismo para querer salir de esa cárcel. Entonces si confluyen muchas cosas creo que se empieza a desmantelar ese 'yo' para ser nada. O todo.
Publicar un comentario