13/7/10

Sensaciones palestinas (VI)


 ...y sentía una desconfianza impropia de su edad hacia todo lo que resultara trivial, fácil o vulgar. 

– F.S. Fitzgerald, en Suave es la noche


En unos extraños momentos más propicios a buscar cobijo que andar deambulando, me devoró cierta curiosidad. Pasto de unas insaciables ansias por retener en la memoria cuanto más mejor, enfilé la calle principal que me condujo a la fuente de Al-manara. Allí, en pleno mediodía, en el corazón de la semana, se observa como hierven las calles de Ramallah. Me colé en el mercado de verduras y me pitaban los oídos de tanto ruido, de tanto trajín propio de estas culturas.

 Aunque el tráfico es lentísimo, no tiene nada que ver con lo que ocurrió la noche del sábado. Regresábamos de la playa de Tel Aviv y en el check point de Qalandia, a las puertas de la capital de la AP, hubo que esperar casi dos horas. Cisjordania o West Bank está rodeada por un muro. No solamente Gaza vive en una prisión. Aquí los palestinos sólo pueden salir si tienen permisos especiales. Aún cuando tienes permiso o eres internacional, el chequeo muchas veces es exhaustivo: los militares piden pasaportes, registran y hacen preguntas.

Lo más sangrante sucede en ciudades como Qalqilia, que está estrangulada por el muro. Son estrategias israelíes, que comen territorio palestino más allá de las líneas verdes, que son las fronteras que se acordaron después de la primera guerra árabe-israelí. Pero el estado judío ha construido el muro más adentro de esas líneas, robando a los Territorios cerca de un 10% de su tierra y separando, dentro de Palestina, a más de 10.000 personas. En alguna áreas, se han introducido hasta 22 kilómetros. Resulta que son zonas estratégicas por su fuentes de riqueza.

En Belén, cuna de Jesucristo y monumento al negocio -después de la ciudad vieja de Jerusalem- el muro también hace estragos. Y no sólo estéticamente. A las personas se les amputa su derecho a moverse dentro de su espacio vital. Israel alega así que los terroristas no pueden pasar a Israel y volarse por los aires con los que se encuentren por su camino.

Son demasiadas sensaciones las que a uno le surgen. Y la incomprensión se queda muy huérfana. Desolada la razón ante tanto absurdo, tanta inventiva afilada a base silencio. Aquí, en esta zona que dicen que es un polvorín, reina la tranquilidad la paz… El muro rebosa pintadas de libertad, de lucha, pero eso no nada importa. Las peleas son desproporcionadas. Y la maldita realidad es que los israelíes, al margen de consideraciones, reclaman estas tierras porque hace 3.000 años existieron las dinastías de Salomón y David…

Todo se reduce a una historia que en manos de estos fanáticos resulta peligrosísima, pues consideran a su libro sagrado por encima de la ley civil. Si además, uno se da una vuelta por aquí y ve como a los palestinos les derriban las casas, les roban el agua, les usurpan territorio, les masacran, les niegan la movilidad y aún nadie dice ni hace nada; hablas con palestinos y su discurso es razonable, sus exigencias –aunque Arafat rechazara alguna oferta tentativa- flexibles y su única reivindicación, más allá de banderas y territorio, son derechos civiles y humanos (es la posición de la Oficina de Negociaciones de la OLP), entonces se da cuenta de que Israel es el perfecto canalla que siempre sale impune. Imagen que se agiganta al escuchar a los políticos israelíes, derechizados hasta el infierno y bastante repugnantes.

El silencio y la complicidad del mundo entero provocan esto. Europa condena pero no actúa y Estados Unidos, que hace de vedette de ceremonias, tan sólo pone la cara pero nunca se ha logrado nunca. Se sigue permitiendo que se lapide cada derecho de cada palestino, que la mitad de la población se halle bajo el estatus de refugiado. Israel se niega a absorber a refugiados, que suman más de cuatro millones.

Por estas cosas y un millón más a veces a uno no le interesa lo más mínimo el fútbol, porque hay más cosas en las que pensar. Y porque como a Rosemary, la joven actriz de la novela de Fitzgerald, no me interesa lo superficial.

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