13/7/10

Sensaciones palestinas (V)

Mientras ayer el 90% de los españoles escupía furia y sudaba orgullo, las tres cuartas partes de la población palestina sobrevivió, un día más, con menos de dos euros Aquí también vieron el fútbol y animaron a la selección más que en ningún lugar. Y son capaces de unirse a un equipo y sentirelo como propio, con la única diferencia que son una nación sin estado y que al día siguiente tendrán que trampear las duras condiciones de vida. En pocos lugares está tan jus¡tificado adherirse a un equipo para distraerse, para ser felices con actos de otros y fabricar emociones previas, que en esta inhóspita manta de polvo y piedras.

Al mediodía de ayer, mientras España entera supongo que contuviera el aliento y preparara sus ánimos para "su día D", en el centro de rehabilitación mental de Jenin, al norte de los Territorios, más de un corazón se estremecía. En los dos rostros de un matrimonio, él más joven que ella, ella más apuesta que él aunque cubierta entera por su condición religiosa, tenían los ojos más tristes que he visto nunca.

Lo malo que tienen los ojos de las personas es que pueden ver todo menos su mirada, y a veces no son conscientes de la tristeza que emanan. Quizá sea la capacidad de adaptación del ser humano la que así lo dispuso para que la gente pudiera seguir viviendo a pesar de las desgracias. En una fría sala del centro, con paredes espantosas y dos camillas, sus dos hijas estaban en manos de dos terapeutas. Ellos les agarraban las manos, como transmitiéndoles fuerza. El padre le limpiaba la baba a la pobre niña, que se le caía cuando uno de los voluntarios de la media luna roja le levantaba los brazos; la madre, al lado de la otra camilla, miraba a no sé dónde, con ojos perdidos.

Después de aquello, en las dependencias de la mezquita del pueblo, nos prepararon algo para tomar. Lo mismo que hoy, y que ayer, y que todos los días. Aunque son las costumbres anfitrionas las de tratar bien al invitado, hay algo que no me acaba de encajar, y es la sensación de que creen que eres alguien. Porque te ven de algún país desarrollado y te quieren y tratan bien. Los niños te abrazan y te ven como muy lejano, a años luz. Cuando entonces te confundes con ellos y quieres ser uno más, tomas el protagonismo y les haces felices. Con qué poco se conforman, con pedirte tu correo electrónico, con ofrecerte Coca-Cola, con qué les dediques un minuto o compartas foto con ellos.

No puedo parar de imaginar que mientras ayer millones de personas en países desarrollados se emborrachaban porque un equipo de fútbol, que al fin y al cabo ni les de da de comer ni les arregla sus asuntos personales, ganaba, otros tantos millones de personas, en todos los continentes del mundo, se conformaban con una sonrisa. Son capaces de transformarlas en alimentos para tirar un día más.

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