12/8/10

Cruzando América (IV)




El tenue sol que quedaba en San Diego auguraba una noche especial, de esas que obligan a desplegar recuerdos en tromba, sin compasión. Qué mejor lugar para remotar tal comeetido que una madrugada en el sur de California, donde ni hace calor ni las playas tienen nada que envidiar. Si además, ese trabajo de surcar el pasado tiene lugar en la ciudad vieja de un sitio que lleva por nombre mi santo tocayo, se dobla el interés. No por la coincidencia del nombre, si no por ser el lugar que más me ha gustado de lo que conozco de los Estados Unidos, al menos en un primer barrido con la mirada.

Recorriendo los últimos confines de estos territorios, uno comprueba que el tiempo fluctúa más que el precio de la gasolina, que sube o baja hasta un dólar dependiendo del lugar. Se pasa del aire abrasador de los desiertos de Utah y Nevada al frío helador de San Francisco, al clima templado de Nuevo México, al tímido calor de Los Ángeles. Por no hablar del escalonado cambio de paisaje de este a oeste, donde se pasa del más frío de los colores al más cálido en tres estados, de las fértiles llanuras a los kilométricos horizontes de polvo.

Cómo no guerdar en un sitio privilegiado de la memoria esa noche inolvidable en Las Vegas, o esa tarde especial en el Gran Cañón del Colorado. O aquel tipo que iba de duro en el desierto del Death Vallet, cuando nos pusimos a tomarnos unas cervezas bajo la sombra de un árbol en una zona que ponía “prohibido el paso a vehículos no autorizados”, y vino el Ranger con tono chulesco y creyó chuleranos, y nos reímos y mi tío soltó: “John Wayne”. Claro que nos descojonábamos del Ranger y de su dureza barata, y del cielo cuando se derrumbaba encima de nosotros y nos ofrecía toda la electricidad del mundo, pero era incapaz de detenernos. O de esos locos en las gasolineras y en las carreteras.

Nos ha golpeado en la cara el aire de 10 estados: Illinois, Missouri, Oklahoma, Kansas, Nuevo México, Arizona, Utah, Nevada, Arizona y California. A falta de 150, quizá 200, hemos cubierto ya 4.500 millas. Hemos probado las americanadas más ridículas y hemos soltado carcajadas por miles...

Como todas las historias, ésta también se consume. Y ya en el sur de este país y de este viaje, a punto de volar otras tantas millas, de recoger lo nuestro, entre esa sombra de tristeza que cubre todo final, lo único que podemos hacer es apurar los días y todas las cervezas en las barras de California.

El próximo destino, Los Ángeles, será puro trámite para saltar a España, descansar una semana y saltar a Vietnam. Si allí no me convierto, poco faltará. Qué será, que voy detrás de las sonrisas, y en el sudeste asiático abundan. Todo son sonrisas. Sonrisas, sonrisas, sonrisas. Con algo más de frecuencia que esta vez (la condición de viaje me ha impedido acceder a internet) espero contar historieras desde aquel continente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los de Burgos os esperan ya en vuestra maravillosa Cantabria Esperando para tomar el blanco , las paellas, el bonito, preparando los Gin Tonic, escuchando rancheras y además intuyendo las interminables noches que nos esperan contando aventuras y las desventuras del "capitan"...
Asun

Yeamon Kemp dijo...

Tienes el don de montártelo bastante bien. Y no debes cambiar.