21/10/10

La hormiga

Andando al filo de ese amanecer
escupí entre mi mano derecha
a las sobras de una hormiga deshecha
que quería trepar: le negué el placer.

Al rato despejé. Me dio por comer
sabiendo que la mirada sospecha.
Alcancé ese estado en que todo acecha
quemando las horas, pensando qué hacer.

Cayeron los primeros rayos de sol.
Lo miré con desprecio, mi ojo abrasó;
le volví la espalda y mi piel derritió.

La hormiga aplastada, no era eso un farol;
mi piel era roja, el sol abusó.
¡Algo ocurre!: el bicho resucitó.

1 comentario:

Yeamon Kemp dijo...

Una hormiga inmortal en el quicio del amanecer...

Interesante.