A estas horas en que todo me irrita,
cuando nada alberga cualquier pecado
en el vientre de un sueño disecado,
me asomo a ese corazón que palpita
a pocas pulsaciones: sucia espita
que regula la pasión de este estado
con tanto sentimiento desangrado
a la luz de una luna que tirita.
Por una escalera de sueños trepo
al fatigoso ritmo de mi aliento;
la roja lengua ya anda echando fuego
y el cuerpo esperando un certero cepo.
Asumo no sentirme en movimiento
cuando la flecha dé en el centro: el ego.
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