28/7/12

Viajes en tren que dan para mucho

En tierras de olor a sal y algas pensé en esa forma de trasladarse a otros lugares sin salirse de algo nostálgico que muchos apenas hemos experimentado en nuestras vivencias. Por eso, al subir al Kerala Express, un inmenso ciempiés con ambiciones de otro mundo, recordé algún que otro viaje a lomos de la imaginación. La estación de tren de Nueva Delhi se asemeja más a un mercado que a un apeadero: las carreras de los indios con fardos de harina o los acosadores de occidentales tienen mucha mayor presencia que la tranquila amabilidad del jefe de estación cualquier decadente Canfranc. 

Ese fértil preámbulo para contar cosas (si yo tuviera algo más de tiempo entre templo y perro...) se vuelve mucho más generoso en cuanto arranca la máquina y los rezagados de la sleeper class se van encaramando a los topes y las puertas de los trenes. Recogida la vista hacia los pasillos, una mezcla de pies, caras y sacos de cereal sobresalen de las camas que escalan hacia el techo de tres en tres. Un trayecto de apenas cuatro horas, desde la capital hasta Agra, sirve de ejemplo para saldar cuentas con la imaginación. Esto es la verdadera india, pienso al recordarlo.

Pero no solo el modo de articular los saltos por este inmenso país da fé de la autenticidad de los rasgos humanos. Por algo será que la India está en el centro de miles de motivaciones, mucho más allá que el, a mi juicio, cursi  Sonrisas de Bombay: mejor el doble viaje con criterio de quienes escribieron con el espíritu en la base de cada sílaba. Por eso, al sur de Taj Ganj, donde apenas vemos occidentales, y los cortes de luz asfixian más que las ganas de pegarse una ducha helada, se respira algo diferente a lo acostumbrado.

Mañana, día de plegarias en otras tierras y siempre en éstas, nos movemos a territorios menos conocidos. No tengo ni idea si un viaje a este país le sacuden a uno sus planes vitales (si es que eso existe), aunque muchas voces así lo afirman. Yo, que manejo la desconfianza tanto como las expectativas (es decir, nada) me abro en canal ante cualquier circunstancia. Aunque he de reconocer que el Taj Mahal me hizo babear un rato.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por compartir este trayecto vital, me alegra que sigas manteniendo esas dósis de estoicismo animista. Disfruta del viaje, del paisaje y de la gente, por las que no podemos. Un fuerte abrazo y todos los parabienes desde la distancia, que no desde el olvido. ISA MICID.

Miguel dijo...

La India debe de ser algo diferente a todo lo que conocemos. He leído y visto por la tele reportajes sobre este país, y es fascinante.
Un relato muy atractivo.

Un abrazo.