18/10/12

Defraudar


Esta es la diferencia entre nosotros y aquellos: nuestro sabio supera sin duda toda molestia, pero la siente; el de aquellos ni siquiera la siente. Ellos y nosotros coincidimos en esto: en que el sabio se basta a sí mismo. Con todo, el nuestro quiere también tener un amigo, a la par vecino y camarada, aunque él se baste a nivel personal. Considera en qué medida se basta a sí mismo: algunas veces se conforma con una parte de sí. En el caso de que la enfermedad o el enemigo le cortasen la mano, en el caso de que la desgracia le arrancase uno o ambos ojos, la parte que le quede le satisfará y estará tan alegre con el cuerpo mutilado y amputado como lo estuvo con el cuerpo íntegro; pero, aunque no desea los miembros que le faltan, con todo prefiere que no le falten. De este modo el sabio se basta a sí mismo, no porque desee estar sin su amigo, sino porque puede estarlo.

Séneca a Lucilio. Epístola moral número 9.


En el lenguaje aristocrático de la madrugada, los matices vienen cargados de mudanzas de piel y hasta de alma. El fango político es fértil territorio donde brotan los fracasos y la decepción. Pero, recordemos, si se defrauda es porque se sobrecargó a un símbolo de expectativas. Si bajas los ojalás del firmamento para que mañana salga el sol y, sin embargo, llueve, el creyente se sentirá decepcionado por Dios y el ateo maldecirá al hombre del tiempo. Envenenadas promesas.

Nunca he prometido apenas nada. Ni a nadie ni a mí, mucho menos a cualquier chica que de mí esperara alguna palabra que me costara pronunciar. Porque hay que medir lo que se dice al ritmo de lo que se siente, y lanzarse por ciertos precipicios cuando a uno le cuesta comprometerse consigo mismo me parece un suicidio. A veces huir de ciertos patrones lo veo de obligado cumplimiento. Sin embargo, cuando a esa persona que nunca la dijiste un te quiero ni la prometiste nada más que el hoy te escupe que la has defraudado, no deja de ser curioso que tú actuaras (siempre) con precaución para, precisamente, evitar ese injusto y envenenado sentimiento de culpa.

Con la amistad sucede algo parecido. Recuerdo con una amable sonrisa cuando un amigo, casi hermano, me dijo que le había decepcionado. Lamenté mucho aquello, porque era como una traición a un vínculo establecido desde que apenas sabíamos andar. Pero la amistad, que es amor sin alas, se concibe en un régimen de tanta libertad que pocos vendavales la destruyen. Claro, si hay decepción, ¿por qué? ¿Qué esperabas de mí?

A veces, cuando uno apenas puede sostener sus huesos, te dicen que defraudas. Hay quienes no entienden que el primer fiel compañero tiene que galopar en tu sangre. Mi manera de que nada me defraude es no proyectar mi imaginación. Las cataratas de Iguazú no me defraudarán, la chica a la que abrazo en camas distintas no me defraudará, el libro que arranqué de la biblioteca caoba de mi casa no me defraudará, el perro que crié desde pequeño tirándolo palitos de madera no me defraudará cuando sea él quien me haga correr.

Quien se siente defraudado por ciertas cosas pienso que no conoce el sentido de la amistad, porque ésta se basa en la libertad, en comprender que si uno a veces siente el peso del mundo en su espalda no está disponible para nadie y, además, es natural, y elogioso. La amistad es una ciencia, como la libertad. Exige de un conocimiento profundo de sus leyes, de sus procedimientos y de mucho tiempo de observación y experimentación. Requiere de profundas convicciones. 

Si defraudar supone no cumplir las imaginaciones de alguien, me invito a defraudar sin parar hasta que no me quede aliento. Ahora, aunque suene menos glamouroso que el alcohol, alzo mi taza de té y celebro la decepción crónica de quienes se defraudan todos los días pensando que los defraudan.

[Aviso: escribo esto no para adoctrinar, sino para huir de mi propia decepción, aunque solo sea en mi relación conmigo mismo]. 

5 comentarios:

Fe r dijo...

Entiendo el punto. Decepcionas a quien ha proyectado algo sobre tí que tú no te comprometiste de palabra a dar.

Me pregunto si entablar amistad con alguien que se permite depositar su confianza en tí, aunque nunca lo llames explícitamente amigo, o intimar con una chica y pasar la noche en su cuerpo y en su cama, no implica de por sí cierto compromiso implícito que produce algo de temor asumir cuando llega el momento. Es ahí cuando sientes la necesidad de recular, de escapar.

Y probablemente sientas que te defraudas a tí mismo porque sientes que no cuentas con la coherencia afectiva y la madurez emocional necesarias para asumir compromisos o aclarar verbalmente de entrada cuáles son tus verdaderas intenciones. Es muy común en tiempos de "amor líquido".

No puedo evitar hacerte notar la incoherencia entre tu pedido de amor anterior y esta queja ante la acusación de defraudación. Sería bueno que te plantearas qué significa para tí pedirle a alguien que te ame.

Una pena: yo estaba feliz por tí, porque el amor maduro, con compromiso, es algo maravilloso; no digo que sea fácil, ni perfecto, nada lo es, pero merece ser vivido en plenitud y sin temor ni medias tintas ni huidas.

Justamente estoy intentando sostener emocionalmente a una compañera de trabajo que se encuentra destruida psicológicamente por un hombre que la defraudó sin avisarle explícitamente cuáles eran sus condiciones para intimar con ella. Es muy triste, porque tiene 45 años, dos hijos veinteañeros y es jefa y proveedora de su hogar. Está sumida en la más profunda de las depresiones, muy decepcionada con su propia vida.

A veces no somos concientes de cuánto podemos llegar a lastimar a alguien, sin querer tal vez, asumiendo que como no dijimos "Te amo", la otra persona no esperará amor. Sin embargo es humano esperar que nos amen.

Si hay algo que hace al amor verdadero, sea amistad con o sin alas, es la autenticidad, y eso, mi querido Diego, jamás debería defraudar.

Un beso.

Anónimo dijo...

querida fernanda,
lo que escribí lo hice a raíz de algo positivo: había quedado para ir a un concierto y a última hora no fui. En lugar de reproches, encontré comprensión. No me apetecía ir. A veces parece que tenemos la obligación de hacer cosas aunque no queramos: trabajar en cosas que no nos gustan, ir a cenas tediosas, quedar bien con gente que nos da igual...
En mi caso, no sé realmente si defraudo a alguien, a los más cercanos no.
Yo tampoco entiendo la vida sin amar, sin que te amen. Simplemente que eso creo que no existe; bueno, supongo que sí, quien hace daño a los demás es porque se odia pienso.
A veces, también, nos vemos engullidos por la tradición. Por eso que la amistad creo que es más libre que el amor, porque no da pie a tantas exigencias que están cargadas de tradición y presión social. ¿Solo hay una manera de pareja? No sé, es cierto que se habla de vida en común, de cosas así, pero a mí no me parece una locura estar enamorado y vivir cada uno en su hogar y desde ahí, tener puntos comunes.
Pero también creo que depende de las etapas que uno atraviese. Y si uno aspira a un amor basado en la verdad de uno mismo y de la otra persona, quizás las cosas vayan más lentas. Desconfío de una pareja indivisible de 18 añ0s; uno tiene que experimentar, querer, caer, volver a levantarse, saber estar consigo... Creo que el amor no es fácil de llevar en una sociedad que exige cosas que, en mi opinión, exige las cosas exactamente contrarias a la pureza, a la verdad.
La necesidad de compromiso puede llegar con 30 o con 60 años, la edad cronológica no significa nada, al igual que no es lo mismo leer a Whitman deslizando la mirada que inyectárselo poniendo los cinco sentidos en cada palabra. Que me amen a mí significa que me comprendan, sobre todo; uno no puede dar lo que no tiene dentro, y uno no puede volcarse con los demás cuando no se ha volcado previamente consigo mismo.
Me alegra inmensamente, querida Fer, que te tomes el tiempo en plantearme todas estas cosas que recojo con devoción. Efectivamente, estoy en un proceso. Las cosas ya llegarán, si es así, y llegarán de la manera que tienen que llegar.
"El amor maduro, con compromiso, es maravilloso", me dices. Eso he escuchado. Yo siempre he huido de los compromisos por eso precisamente: ¿cómo me voy a comprometer con nadie cuando todavía no estoy comprometido conmigo mismo?
Hay diferentes niveles de compromiso, por eso yo no puedo prometer vida eterna a nadie aunque me pongan una pistola en la cabeza. A cambio le prometo el hoy, y nada más.

Un abrazo grande.

Fe r dijo...

Me encanta cuando me llamas "Fernanda". Es como cuando ahora me dicen "Señora" en la calle o en los negocios: me ubica cronológicamente, y eso me hace bien, porque a veces cuesta ver que el tiempo pasa, aunque suceden cosas en la vida de todos que, si quieres verlas, te lo hacen notar con claridad.

Yo te hablo desde ese lugar en la vida, Diego querido. He pasado por lo que estás pasando y tengo dos hijos, quienes seguramente pasarán por lo que tú pasas. Espero que ellos tengan tu claridad mental para decir cosas tan honestas y sensatas como que no hay una sola manera de llevar adelante una relación amorosa, que hay mucha hipocresía social alrededor del amor, tanto en lo que tildamos de tradicional como en lo que catalogamos como moderno y más libre, y que uno no puede dar lo que no tiene o lo que aún no ha encontrado dentro de sí.

Estoy de acuerdo en que hay que experimentar en esto del amor como en tantos otros planos. Tal vez por no hacerlo esta mujer de la que te cuento esté sufriendo. Aunque también allí hay una cuestión de diferencia entre edad cronológica y afectiva.

No me cabe dudas de que estás en un proceso y que va a llegar el momento en que des el paso que te permita comprometerte, ante todo contigo mismo, aunque sospecho que hay más compromiso ahí del que eres consciente.

Por favor, no creas que hablo desde un pedestal o que me he creído el cuento de que el amor es para siempre. El mío ha durado y lo trabajamos día a día, con altibajos, como todo en la vida, pero tampoco podemos prometer nada más allá del hoy. ¿Quién podría cometer semejante locura?

Un beso grande.

Canelita dijo...

Alguna vez de pequeña me dijeron: "no me convences", o lo que es lo mismo, alguien se sintió defraudado ¿por mi culpa?. Odiaba esa frase, alguien quería hacerme sentir culpable de algo y yo pensaba: ¿por qué se empeñan todos en juzgarme, si yo no espero nada de nadie?. En fin, no me atrevería a decirle a nadie que es una decepción, parecería que espero que hagan las cosas para mí.

V dijo...

Mis amigos saben que estoy aquí, sin más. Si me necesitan un silbido es suficiente. A veces se molestan conmigo porque no salgo demasiado -algunos- pero como ya me conocen al final se les pasa y como si nada.

Los mejores... aquellos que puedes pasar semanas sin ver, incluso sin hablar con ellos, y sin embargo también puedes retomar la conversación como si le hubieses visto el día anterior.

Mejor o peor, yo soy de las que siempre está. De las que no se mueven. Si ellos se van, sus motivos tendrán, pero no unos que yo les de.

Yo funciono así, y no siento que decepcione, ni que me decepcionen. No sé.

Un beso, Diego.