Días
atrás, leyendo El cielo protector, de Paul Bowles, me tropecé con
esto:
Algo parecido, con deseos contrarios pero en el mismo sentido, le aconsejó Lucio Séneca a su imaginario Lucilio:
¿Y entonces
qué? No considero pobre aquel de alguna manera es aún capaz de gozar de lo poco
que le queda. Pero en cuanto a ti, prefiero que te ocupes de ti mismo y que
comiences en buena hora. En efecto, tal como solían decir nuestros mayores:
"extemporáneo es el ahorro cuando ya se tocó fondo". El último resto
no sólo es lo mínimo sino también lo peor.
Y después siempre caigo en la descarnada descripción de la vida (del teatro) que trazó Jaime Gil de Biedma:
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
- Cuando yo era joven...
- ¿Cómo de joven?
- Antes de los veinte, quiero decir, yo pensaba que
la vida se aceleraba, que sería cada vez más rica y más intensa. Uno aprendería
más, sería más sabio, más inteligente, se acercaría más a la verdad… - vaciló.
Bruscamente, Port se echó a reír.
- Y no es así, ¿verdad? Es más bien como fumar un cigarrillo. Las
primeras bocanadas son maravillosas, ni se te ocurre que se va a consumir.
Empiezas a olvidarlo. De pronto te das cuenta de que ha ardido casi hasta la
punta. Y entonces es cuando tienes conciencia de su sabor amargo.
- Pero yo siempre tengo conciencia del sabor desagradable y de que
el fin de acerca.
Irremediablemente, recordé aquel rencor poético de Oscar Wilde
a Alfred Douglas, Bossie, en De Profundis:
(...) De momento, parece tener el
encanto de un plato nuevo o de un vino nuevo, pero las migajas de un banquete
se vuelven duras y el fondo de la botella es amargo. Tal vez hoy, tal vez
mañana, tal vez otro día cualquiera, llegará de seguro la hora en que hayas de
comprender esto. Y sino, si llegases a morirte sin haberlo comprendido, ¡cuán
miserable tu vida, cuán hambrienta y desprovista de imaginación!
Algo parecido, con deseos contrarios pero en el mismo sentido, le aconsejó Lucio Séneca a su imaginario Lucilio:
Y después siempre caigo en la descarnada descripción de la vida (del teatro) que trazó Jaime Gil de Biedma:
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
1 comentario:
Es bueno darse cuenta a mitad de camino y tratar de consumir el cigarrillo o la vida con el mayor placer y felicidad posible...en eso estoy.
Saludos
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