24/11/12

El imán del pasado


Un libro de gran éxito rueda por las librerías desde hace tiempo. A mí me lo regalaron en una noche de complicidad y le pegaba mordiscos a la hora de comer en una playa escondida entre rocas. Un amigo, que me veía sacarlo con timidez mientras se rebozaba en crema solar, se reía por algunos de los conceptos que en esas páginas se repetían. Cuerpo dolor era uno de ellos, lo recuerdo. Algunas de las anotaciones en sus márgenes anoté cosas como “di sí al momento presente”, “la mente: ahora como amenaza” o “eternidad-no tiempo”. El libro se llama El poder del ahora, de Eckhart Tolle.

Está todo escrito desde tiempos inmemoriales. Hasta esos refritos de autoayuda escarban en los siglos para presentar, con su paleta de colores vivos, consejos que se pierden cuando se esfuma el entuasiamo, esa especie de falso amanecer de la conciencia.

Esta mañana, que no la aproveché más que de costumbre, releía una genial columna periodística en lo estético -más dudoso en lo carnal- y caí en la cuenta de esa inclinación por lo que ya ha caducado. Ya sea uno viejo o rabiosamente joven que acudimos al pasado para rellenar folios y risas más allá de lo necesario para cimentar el nuestros actos futuros.

Del pasado tiramos cuando el presente es desabrido y la existencia es gris, cuando en algún momento tuvimos miedo y nos desviamos del camino. Y quizá por esa tengamos calado en el cuerpo la manía acudir obsesivamente a los recuerdos. Del futuro nos colgamos cuando queremos sacudir las responsabilidades cuando el más acá no se ajusta a los deseos. “El hombre feliz es el que vive objetivamente, el que es libre en sus afectos y tiene amplios intereses, el que se asegura la felicidad por medio de estos intereses y afectos […]”, escribió Rusell en La conquista de la felicidad. ¿Se es libre cuando se ama lo que ya no existe más que en cenizas?

Me preocupan las madrugadas que me encierro en mis recuerdos y acudo al álbum de fotos como quien acude a una fiesta. Después de la gloria no hay nada, quizá porque ésta sea tan efímera como cualquier sueño de verano. Yo no sé cómo soltarme de los abrazos del pasado cuando son tan reconfortantes, cuando se sabe que lo que queda es tan incierto y que en esa elegía Jorge Manrique ya sentenciaba aquello de que “cualquiera tiempo pasado fue mejor” hace un puñado de siglos.

4 comentarios:

Ferragus dijo...

Gusto del pasado; ese enorme valle de certezas una vez insospechadas a la luz de un supuesto presente. Un saludo desde el pasado, Diego.

Anónimo dijo...

Pero creo que tiene su peligro lo de vivir de recuerdos, y es dejar de vivir el presente y lo que está por vivir. Y eso es peligroso.
Un abrazo

Ferragus dijo...

Mi comentario intentaba develar la pregunta “¿Qué es el presente?” que yace en el subtexto. Lamento no haberlo logrado. Un saludo.

NoSurrender dijo...

Yo soy de los que creen que sólo hay un enorme aquí y ahora, más allá del instante fugaz que ocurre para precipitarse en otro instante fugaz. Estamos aquí con “antes”, estamos aquí con “después” y estamos aquí-ahora, porque todo es lo mismo y todo presente se define de pasado y de futuro.

Salud!