1/3/13

El camino y el amor propio

Hace un mes y pico me di uno de esos placeres sencillos que se extienden por mucho tiempo. Fue antes de dejar Madrid para surcar la perla de las Antillas con un maletín de cuero arañando el muslo y una bicicleta envuelta en cartones de detergente. Aquel hallazgo recién adquirido en una tarde invernal era la recopilación de ensayos de Joan Didion, los cuales  marcaron mis primeros días en mi nuevo país.

Poco después, tocaba tierra en una máquina del tiempo y hasta en algunos de los primeros pasos me creí que había retrocedido a otra época de la mano de este país y de las crónicas de Didion. “Una de las bendiciones ambiguas de tener veinte años o veintiuno o hasta veintitrés es el convencimiento de que a nadie jamás le ha pasado nada parecido a lo que te pasa a ti, pese a todas las pruebas que apuntan a lo contrario”, escribe en una oda a Nueva York llamada Adios a todo aquello. Esa sensación en los últimos meses se había vuelto a mis ojos como una certeza ineludible de la que no se puede escapar. 

En la genial película de William Wyler La gran prueba, Anthony Perkins, quien hace de hijo mayor de una familia cuáquera (uno de sus principales pilares es su carácter pacífico) decide acudir a la batalla ante el avance de un grupo de confederados a pesar del disgusto de su madre. Gary Cooper, el padre de familia (también abraza la causa pacifista) se muestra comprensivo hacia su hijo si es que éste tiene en su corazón “una espada que desenvainar”. El hijo, agitado por las injusticias, toma una decisión que destroza a su madre por quebrar las arraigadas convicciones religiosas. Su marido la explica pasividad que demuestra, la paz de que su hijo tome una decisión aunque él no la comparta: “La vida de un hombre no vale nada si no vive de acuerdo a su conciencia”.

Hasta los veintitantos, surcar caminos desconocidos es dar pasos en forma de interrogación. Unido a esa falsa creencia de exclusividad en la existencia, la conciencia estalla como si estuviera en su primavera y entonces todo se vuelve más claro: uno comienza a quererse. Y, citando a Didion en su ensayo Sobre el amor propio, las personas que tienen amor propio "también poseen el coraje de enfrentarse a sus errores". “They know the price of things”.

En el siglo XIX corría una leyenda por los pueblos de Nueva Inglaterra: de una mesa de madera que llevaba 60 años en una granja nació un escarabajo de un huevo que había depositado cuando las tablas aún eran un árbol. El calor de una cafetera, se decía, lo había incubado. Thoreau utilizó esta anécdota para ilustrar cómo es posible salir de las “capas concéntricas de la sociedad”. “Si un hombre no marcha a igual paso que sus compañeros, puede que eso se deba a que escuche un tambor diferente”, afirmaba. 

Didion me ha creado muchas expectativas; me ha dado una fe perdida, me ha mostrado el reverso de una prosa intelectual tan sencilla que solo está al alcance de los talentos más perdidos: me gusta cuando se amplían las verdades sin demostrar todo lo que hay detrás de esas palabras. Un intelectualismo expresado con ironía y naturalidad. 

Con ese conocimiento de las profundidades humanas escribe Didion, mezclado con el viento que surca el valle de Sacramento y la promesas de un tipo u otro, pude tirar unos días con la plena paz al saberse acompañado y comprendido por unas páginas escritas hace cuarenta o cincuenta años.

No recuerdo qué más cosas me acompañaron en mis primeros días en que eché el colchón al suelo y me miraba en el espejo de Hojas de hierba. Solo que una madrugada, sudando, me sacudió un sueño del que no recuerdo más que tenía que ver con la reconciliación del pasado. Con el  amor propio y coraje de enfrentarme a mis errores.

5 comentarios:

Miguel dijo...

Bonitas palabras viajeras que te hacen ir hasta los confines del pensamiento.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Siempre me gustó la palabra "confín".
Es como un lugar lejano, que no existe, pero muy presente en nosotros...

Ilsa dijo...

¿Cuál es el título y la editorial del libro? Llevo un tiempo queriendo leer el ensayo "Sobre el amor propio" y no lo encuentro por ninguna parte

Anónimo dijo...

Isa, el título de esta recopilación de ensayos es "Los que sueñan el sueño dorado" (en España) y lo ha publicado Mondadori.

Abrazos!

Ilsa dijo...

¡Muchas gracias! Ahora a ver si lo encuentro