15/1/14

Querer ser, simplemente

Si comprendo correctamente, el significado de su vida es el siguiente: querría separarse de la sociedad, de las instituciones, de los usos, de los conformismos, de tal modo que pueda llevar una vida simple y nueva (…). Hay algo de sublime para mí en esta actitud, de la cual yo mismo estoy muy lejos (…). Lo venero porque se abstiene de la acción, y abre su alma con el objetivo de poder ser. En mitad de un mundo de actores bulliciosos y superficiales, es noble hacerse a un lado y decir “Simplemente quiero ser”. Si pudiese plantarme enseguida sobre la verdad, reduciendo al mínimo mis necesidades, me vería inmediatamente más cerca de la naturaleza, más cerca de mis compañeros… y la vida sería in finitamente más rica. Pero ¡heme aquí!, temblando en la orilla….

Harrison G.O. Blake a HD Thoreau, marzo de 1848.

Cuando la brumosa realidad me hace apretar los dientes hasta hacerlos chirriar, me suelo refugiar en la imaginación. Lo bueno de subirme a las nubes es que allí todo es perfecto; lo malo es que cuesta apearse. Supongo que lo deseable sea quedarse jugando con las musas a poca altura, mezclando lo que hay de deseo y de realidad, si es que éste último concepto lo concebimos como algo estático y preestablecido, cosa que niego.

Ahí arriba la vida es a medida, tallada por los sueños más irrealizables, pero de vez en cuando conviene tirar del hilo y manchar las suelas de los zapatos, desafiarse a uno mismo. “Aunque solitario, no soy un exiliado cósmico, pues también soy un exiliado de mí mismo”, le decía Allen Ginsberg a Kerouac por escrito hace setenta años. Y aunque me identifico con cada frase, también creo que resulta preocupante tener que huir de los territorios que son de nuestra jurisdicción por ardernos algo dentro. En lugar de hurgar por ahí dentro, escapar.

Es en ese momento cuando me vienen a la cabeza ciertos pasajes: me veo bajando por el Yukón en bicicleta, caminando por la lava de los volcanes de Islandia, habitando la misma cabaña que Sylvain Tesson o cruzando África de Cabo a rabo, perdón, Cairo. Y sin embargo, es aquí cuando la contradicción aprieta más fuerte, puesto que es en esas aventuras donde con mayor intensidad se acerca uno a sí mismo, se produce un vis a vis inevitable del que es imposible escapar.

Varias veces he deseado algo que se ha cumplido, aunque de manera diferente. Uno imagina un lago cristalino rodeado de árboles, una cabaña en una playa tropical o un gajo de piedra dominando los colores del otoño…y siempre resulta atractivo. A veces uno maldice los libros que le nutren de fantasías. Y entonces entiendes al barbero y al cura tirando al patio los libros de caballerías que llenaron la cabeza de Don Quijote de promesas y obligaciones de deshacer entuertos.

Hasta los 20, quizá 22 años, cuando lo único que importa es verter en la mollera cuanta más fantasía mejor, son bienvenidas las aportaciones de este mundo y de otros, de todas las vidas posibles que caben en una sola vida, aunque sea al precio de estirar las costuras de la realidad. Pero qué narices, lo preocupante sería cargar con 20 años y pensar que la vida es una mierda y que se acaba en las paredes del mañana.

Yo he vivido en solitario en Concord y cazado ballenas a bordo del Pequod; he recorrido la Mancha imaginando bellas princesas que resultaban ser sirvientas. Y he vivido en California, habitado entre versos escritos en la cárcel y viajado a los estados sureños de los años cuarenta sin moverme de la cama. Y, sin embargo, todo ha sido real porque así me han dejado huella.

O como escribió Ángel González,

“¿Por qué lloras, si todo/ en ese libro es de mentira?/ Y él repondió:/ Lo sé;/ pero lo que yo siento es de verdad”

Los vientos del invierno me llevan lejos: se empeñan en sacar a la luz las contradicciones, pero yo también simplemente quiero ser.  A un clic he estado de comprar mil billetes en el último mes y las mil veces me he contenido, por una especie de purismo en las causas: ¿por qué quiero irme? Es probable que cuando lo resuelva ya esté volando a algún lugar, aunque de momento indago en las razones mirándome en un espejo de oro, John Steinbeck: “Cuando el virus del desasosiego empieza a tomar posesión de un hombre rebelde, y el camino que lleva lejos de aquí parece ancho y recto y agradable, la víctima debe hallar en primer lugar  en sí misma una razón buena y suficiente para irse. Esto al vagabundo efectivo no le es difícil. Tiene incorporado un huerto de razones donde elegir”.

6 comentarios:

Unknown dijo...

Me quedo con los versos de Ángel González. “¿Por qué lloras, si todo/ en ese libro es de mentira?/ Y él repondió:/ Lo sé;/ pero lo que yo siento es de verdad” :)

Un besuvo y viaja mucho siempre que no huyas de algo y siempre que vuelvas ;)

Un besuco,

Elsa

Fe r dijo...

Siempre que no intentes huir de ti mismo, estarás en el buen camino, en viaje hacia tu verdadera esencia.
Me ha encantado leer esta reflexión, Diego: he viajado contigo porque yo, a mis 45, también siento todos los días que simplemente quiero ser, aunque nunca termina de resultar tan simple.

Un abrazo!

Fer

Ferragus dijo...

Esto tiene tintes de una partida; anhelos de una nueva jornada. ¿O ya estás en viaje?... Imagino que sí. Saludos.

Canelita dijo...

Inconteniblemente en movimiento...te espero en Senegal.

Miguel dijo...

Viajero del mundo... ¿Cuál es tu próximo destino?

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Partir, partir...
Barajo varios sitios. Hay que medir las fuerzas, pero será algo especial.
:)