24/6/14

Brandom, el Yupik

Es inútil escribir sobre temas previamente elegidos. Hay que esperar a que estos hayan caldeado la llama de nuestra mente (…). La resolución fría no engendra, no da nacimiento a nada. Es el tema quien me busca a mí, y no al revés. La relación del poeta con el tema es la relación de los amantes. No hace falta cortejo alguno. Obedece, informa. 
HD Thoreau


Brandom Afcan, de Alakanuk, 1.500 kilómetros río abajo, casi en el mar de Bering, tiene algo envidiable: sabe desprenderse de lo material. Aunque la mitad de su vida la ha pasado en la ciudad, la otra media -y ya van trece años- ha transcurrido en la orilla del Yukon, cazando liebres y alumbrado por el sol de medianoche en verano y las centelleantes luces del invierno bolear. Y desde hace no mucho, junto a Chikigak, su prometida. 

Son Yupiks, uno de los pueblos nativos que habitan la región. Y están en Nenana de vacaciones. Cuando conocí a Brandom de casualidad no presté tanta atención a su vida, pero cuando dijo de dónde venía, se encendió mi interés: llevaba tres semanas navegando el río en busca de madera para construirse una casa y para comprar alimentos -más baratos que de donde viene.

“¿Dónde tienes tu barca? ¿Podemos verla?”, le pregunto.

Bajamos al río Tanana, donde está atracado su lanchón metálico de cinco metros y curioseo en su vida, aunque él también se recrea contándomela. “Prefiero vivir en espacios abiertos”, me explica, “pero si estuviera en la ciudad estaría en la rueda de la sociedad. En los bosques puedo ir en la dirección que quiera”. Chikigat, su novia, no abre la boca. 

Este amable esquimal, apasionado e inteligente, compró la barca por 28.000 dólares; ya ha pagado un tercio. Lo hace poco a poco, a la empresa a la que vende el salmón que pesca río arriba a partir de julio. O lo que queda de salmón, porque se queja de las grandes embarcaciones que están dejando sin pescado el océano y con ello, un modo de vida. El suyo. “Mi mente está enfocada en un estilo de vida relacionada con el ejercicio. Prefiero conducir mi barca, recoger redes o tirar de cuerdas. El tipo de trabajo en las ciudades… Trabajos basura, poner números en una calculadora, pulsar botones en un ordenador… ¡Yo engordaría”, sonríe. 

Hay ciertas cosas que me asombran de un estilo de vida basado en la autosuficiencia. Porque aunque antes podía vivir únicamente de la pesca, ahora lo combina con otras actividades para tirar durante el largo invierno en Alakanuk, a donde únicamente se puede llegar en avioneta o por el río. Así que además de pescar cerca de 1.500 salmones por temporada, también recolecta madera que después vende. Y oro. “28 gramos”, se enorgullece. Le pregunto si lo ha vendido. Y me dice que no, que lo guarda por si tiene algún apuro, por si no pudiera pescar algún día. 

Su vecino más próximo está a casi un kilómetro, y quizá ahora se alejen un poco más porque espera hacerse con 45 troncos de pino para hacer su nueva casa. Entretanto se casarán y seguirán paladeando la pura atmósfera del gran norte. 

“En la ciudad todo pasa más rápido. La vida real es más lenta; puedes dedicar más tiempo a tus objetivos personales, a hacer lo que quieres. Yo creo que es mejor”, enfatiza mientras seguimos charlando en su barco y Chikigat, de rasgos mucho más marcados que él, nos observa sentada a la sombra. Y me dice: “Sabemos muy bien cómo vivir en hermandad con la naturaleza… No sé, soy un countryboy. Un villageboy”.

Quiso el azar que dos horas después me volviera a reencontrar con Brandom y Chikigat junto a Gerald Riley, el campeón de la Iditarod del año 1976. Me uno a ellos y hablamos de mil cosas; Riley participó en aquella fatídica Iditarod del año 1980, en la que se estrelló el avión de Félix Rodríguez de la Fuente mientras lo filmaban; y Brandom conoce el nombre y legado de Segundo Llorente, el misionero leonés que pasó 40 años en Alaska, gran parte de ellos en el delta del Yukon. “S-e-g-u-n-d-o”, repite una y otra vez, como demostrando que no le es ajeno. 

Poco después me vi en una furgoneta con los dos esquimales, el viejo musher y su mujer en busca de Nancy Schaw, la ganadora del Nenana Ice Clasic de 1997. Pero eso ya es otro capítulo.

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