6/6/15

La expresión en el mundo

Si es por buscar, mejor que busques –solía decirme– lo que nunca perdiste.

-Martín Caparrós, El Interior


“Y el fin de semana, 23 millones de euros”, me dice una mujer que vende cupones . Pero la vida es tozuda, así que me endiña la papeleta para ese día y para otro: no es que yo persiga la buena fortuna, sino que –a veces– la siento galopando en mis entrañas.

Iba caminando con la cadencia habitual en tiempos de reflexión –primero lanzo una pierna, luego la otra, luego echo la mirada a los costados–, despistado, propenso a los tropezones. A las piruetas de lo que ya fuimos. Y lo que seremos.

Decidí subir caminando a casa por aquello de darle la vuelta al pasado: hacía tiempo que el trayecto, apenas dos kilómetros, no lo experimentaba con mis pies. La última vez estuve a punto, pero era ya muy tarde y cogí un taxi por aquello de la noche, la lluvia y los tambaleos. A mitad de camino, la furgoneta del jardinero: la escalera, herramientas, ropas, él. Todo dentro de un espacio mínimo. Y un remolque –la mochila.

“Todos mis bienes los tengo conmigo”, respondió Estilpón –nos cuenta Séneca en sus epístolas a Lucilio­– tras perder a sus hijos, su mujer y su ciudad. “¡Esto es un hombre fuerte y valiente! Venció a la victoria misma de su enemigo”, continúa el filósofo.

Subía, como digo, y aquella ráfaga me acompañó por unos momentos hasta devolverme a esas ansias por la sencillez extrema. Y entre todas las expresiones que alguna vez he sentido, fue mi travesía por Alaska la que más salvajemente representa ese anhelo: “Todos mis bienes los tengo conmigo”. Dentro de mí. La inmensidad desparramada, la soledad desparramada y todo a cuestas. Y nada –nada de nada: uno mismo– frente a eso.

Aquellas noches de tienda de campaña fueron las más felices de mi existencia. En el empeño de ser, al fin, salvajemente yo, se hizo fuerte en mí el empeño de darle unas bocanadas a la vida. La manera más directa, pensé, era dar de pedaladas en algún lugar que representara lo que bullía en mi interior: una concentración de emociones que, finalmente, me pusieron una madrugada en unas latitudes extremas.

Hace un año que puse rumbo a allí. Hace un año que la aguja imantada de la intuición me llevó a esos territorios: en realidad, hace un año que después de recorrer los recovecos de mi interior, sucedió que me paseé por la expresión, en tierra, de mi interior.

Y esto es solo el comienzo. 

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