3/7/16

Vivir del aire

Aquellos viajes en carretera tenían ese poso donde germinan los años y la furia, casi existencialistas. Eran un refugio, una huida, un temblor. Aquellos viajes en carretera sacaban la lengua y duraban meses, incluso años. Nos bastaba una biblia beat y los tragos amargos de la adolescencia. Nos servía, quiero decir, Jack Kerouac en la imaginación: “Un coche rápido, una costa a la que llegar y una mujer al final de la carretera”. Pero no habíamos nacido para vivir de memoria, la vida de otros. Queríamos protagonizarlo. Y atravesamos Estados Unidos.

Cambian los motivos y las circunstancias, aquellas pompas de jabón que traía una rebeldía mal entendida comenzó a humear poco después: ese humo blanco y espeso que desprende una fogata cuando cae la lluvia. Todo eran confabulaciones contra una realidad ahogada en el pasado. En aquella época lo describí así:

“(…) entre ausente y exiliado/ con algo entre las manos que se desborda/ (…) sin saber por qué./Pero con algo entre las manos”.

Para saber qué tenía entre las manos tuvo que colapsar todo. Por amarla en la cabeza se perdió entre las nubes. Y yo me volví a las montañas: ya nada me servía. 

 * 

Cruzar América fue el principio: mis estanterías están llenas del principio. De aquella época salieron mis lecturas de todo Steinbeck, de Kerouac; en aquel tiempo vino ella, los sonetos (“Cuando enciendo la luz intermitente/ apedrea a la noche, con premura,/ y empotrado en la luz de cualquier duda/ me cura con su alquimia irreverente"), el periodismo. Todo lo que hoy sigue en mis estanterías, todo lo que talló lo que creía ser para después comenzar a vomitarlo. Todo aquello tenía que suceder. Estoy con Thoreau, que escribió que “el poderío del halcón, que surca altivamente los cielos y traza círculos firmes sin apenas esfuerzo, le viene de haber reptado fielmente sobre la tierra, como un reptil, en un estado previo de existencia. Hay que arrastrarse antes de poder correr; y hay que correr antes de poder volar”.

De aquella época salió también el viaje que, en breves, emprendemos. Pero, ay, es todo tan distinto. En aquella época “ya todo iba siendo apenas”, se amaba en el cielo. Ahora se ama en la tierra y se sueña en el cielo. Antes, quiero decir, vivía del cuento; ahora, quiero decir, me alimento del aire.


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