No podía esperar
a escribir un poema en que te diese
las gracias
por salvarme
de mi vida.
a escribir un poema en que te diese
las gracias
por salvarme
de mi vida.
–Benjamín Prado, en Segunda juventud
No importa que
llueva
si luego vienes
tú.
No importa que
amaneceres de sangre
de voz y
cristales
acribillen la
luz:
tu eco basta.
No importa que
vueles, que vayas,
no vuelvas, me
ames,
no entiendas,
reniegues,
comprendas.
No importa que
surques las líneas de mis manos,
-o las tuyas-
que naufragues
en ti
-o en mí-
en las pieles
cansadas o el lunar que dejaste en mi vida
-y en tu
hombro-.
Nada de eso me
importa
si es tu voz la
que habla,
tu vida la que
existe,
tu aire el que
embriaga
(el que te lleva
al cielo).
En la tierra hay
muchos rayos,
en el cielo un
único Sol.
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