6/1/17

Nuevas lecturas

Llevaba tiempo deshaciendo los nudos, leyendo la vida, bailando al compás de las olas, dejándome llevar. Leía poco: migas suficientes como para no desfallecer, para alimentar esta profesión que es una consecuencia, no una causa. El gusano fue abriendo el túnel  cuando la luz aún era turbia, pero palpando que a la levedad se llega con barrena y el quinqué, no con fuegos de artificio. De sumergirme en literatura, lo hice en aquellos que prefirieron leer la eternidad antes que a los clásicos, que también.

Pero viene enero, el frío, los versos, el amor. Viene la melodía que nunca se fue, y trae unos libros que me arrastran a viajar de nuevo, no como un impulso ciego de escapar, ni de encontrarme, ni de nada de esas respuestas que se dan cuando preguntan por qué viaja uno, sino de seguir: un punto y seguido en el reposo y la calma, en la tranquilidad de estar en mí, en el surco de quien se empeña en leer los labios de la vida –quizá porque es la vida.

Hay un problema cuando uno prefiere habitar las tripas de un verso. Si, además, ese verso es la vida, a la manera de Gloria Fuertes –“se puede ser poeta sin haber escrito un verso, y escribir poemas y no ser nunca un poeta”– o a la manera de Thoreau –“mi vida es el poema que querría haber escrito, pero no podía escribirlo y vivirlo al mismo tiempo”–, quedan pocos voltios para tratar de preocuparse en otras cosas. Y entre esas hubo unos meses que la brújula solo apuntaba el cielo, no a las injusticias, quizá porque las abarca.

Brota un nuevo año y quizá nunca sea tarde para empezar de cero, porque “si antes escribía para poder vivir,/ahora/ quiero vivir/para contarlo”. Ahora que a uno le llega el aroma de la Vida, cuando las pieles de la v minúscula van quedándose en otra vida, en otro cuerpo, en otros tiempos, en el cadáver de un cuerpo que alguna vez llegué a creer que era yo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ES LA VIDA MISMA LA QUE PALPITA
AL ROZAR TUS POROS.
GRACIAS