16/7/17

El nuevo rostro de Nueva Orleans

Natasha escuchó un rugido, como una explosión minera, y vio una masa ondulante de agua acercarse a su casa. Agrupó a su familia y se encaramaron en el tejado de casa, la mitad de una vivienda que compartían con otra familia. Allí estuvieron seis horas, hasta que los equipos de salvamento les subieron a una barca y los sacaron del Lower Ninth Ward, el barrio de Nueva Orleans en el que vivían.

Era el 29 de agosto y Natasha Mulllers, 30 años y una risa a borbotones, es una de las supervivientes del huracán Katrina, que se llevó la vida 1.800 personas y que dejó la ciudad arrasada. Los vientos y las fuertes marejadas rompieron el cinturón de diques de una ciudad que se encuentra por debajo del nivel del mar. El 80% quedó anegada durante semanas, pero doce años después Nueva Orleans sigue inmersa en otras aguas: las de una transformación sin precedentes.

Natasha regresó a su casa, a cuatro calles del Canal Industrial –cuyos muros, hoy reconstruidos, reventaron–, semanas después de su exilio en Alabama.Un barco de carga atravesaba su casa, deshecha. Se volvió a Alabama. “Ahora tengo una vida, con una familia y una nueva casa”, dice aliviada.

El Lower Ninth Ward (distrito 9 inferior) podría pasar por un barrio burgués encajado entre el Mississipi, un canal y un pantano, con construcciones vanguardistas y jardines aseados. Pero la tragedia se asoma en cimientos descarnados, casas abandonadas, carreteras devoradas por la hierba y las caras de dolor: la de propietarios que cuidan los terrenos donde hace una docena de años se levantaba su casa. La ciudad de Nueva Orleans ha empezado a expropiar los jardines que están enmarañados de vegetación para subastarlos, porque a estas alturas ya nadie los reclamará.

Este distrito a ras del agua y compuesto en un 98% por población negra, fue el barrio más castigado por la catástrofe; un barrio de familias obreras de bajos ingresos y desempleados –más de la mitad de los hombres negros de la ciudad lo están– de espíritu comunitario que contaban con una pequeña ventaja, porque el distrito tenía el mayor índice de viviendas en propiedad de toda la ciudad. Pero el huracán cambió esa suerte: al no tener deudas con el banco, tampoco tenían un seguro de hogar, obligatorio si se está pagando una hipoteca. Muchas familias perdieron todo.

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