28/6/18

Alaska, la última frontera

Desde los 1.000 metros del Mount Robert, los enormes buques de pasajeros que dejan su estela de agua frente al puerto de Juneau parecen pequeñas embarcaciones. Juneau es la capital de Alaska y, debido a su aislamiento, también el mejor comienzo de un viaje a estas latitudes. Encajada entre las aguas y la cordillera costera, es una de esas extrañas urbes a las que no se llega por tierra, como si quisiera proteger sus misterios. Gracias a que la isla Douglas la defiende de las gélidas corrientes del océano, la fría monotonía del invierno se hace más llevadera para las 30.000 personas que viven aquí todo el año. Caminar por sus callejuelas de coloridas casas de madera y edificios firmes produce la extraña sensación de haber viajado a otro tiempo, una mezcla de presente y de los días de euforia exploradora.

En 1880 Richard Harris y Joseph Juneau descubrieron oro en una zona de bosques e islas que pronto comenzó a ser habitada. Igual que otras ciudades de Alaska, Juneau nació de la mano de mineros que buscaban fortuna y fama eterna. 
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Sigue en el número de julio de Viajes National Geographic.

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