8/7/10

Sensaciones palestinas (III)

La ciudad de Hebrón es especialmente significativa en la sangrante pugna entre palestinos y colonos. En el centro, más de medio millar de judíos habitan desafiando a la población. Para mayor burla, ironía y demás calificativos atroces, plantan sus banderas por doquier, como diciendo "aquí estamos". Como las casas que habitan, muchas veces expulsando a sus legítimos dueños, dan a la larga galería histórica que simboliza el espíritu comercial, echan basura por sus ventanas. Así que los vendedores han tenido que poner redes en el techo de la calle para que no les caiga la mierda y las piedras que esta gente les tira.

El calor vuelve a ser asfixiante en estas tierras y cuando la brisa apenas sopla se pasa mal. La piel arde, hierve. Los ojos se irritan y el cuerpo se queda pegajoso. Para ganarle la partida a las quemaduras, uno tiene que embadurnarse de protección opaca. Y da sus frutos.

Después de recorrer el centro histórico durante la mañana y ver una vez más los escarnios que los judíos llevan a cabo, después de vomitar moralmente una vez más y ver cómo las palestinos tienen que cubrir completamente sus ventanas de redes para que los colonos no les rompan los cristales, después de que los niños que juegan por las calles te expliquen con ahínco las luchas fraticidas y que por las calles ajadas por el tiempo y la miseria israelí se mezcle la pobreza árabe y el lujo judío en forma de ultraortodoxos y Volvos, nos fuimos a Kaabna-Al-najadah, una comunidad de 700 personas en la tierra más hostil. Allí, un tipo amable nos recibió en su casa de hormigón. Sentados en unos cojines, su hijo nos trae unos tées riquísimos, a pesar de que no haya agua.

Viven en una tierra pedregosa, elevada y ondulante. El sol ajusticiaba al más mísero de los hombres, y el horizonte se confundía con el amarillo de la arena y del polvo. Aunque esta gente lleva viviendo en esta área desde antes de los otomanos, desde hace 10 años los más afortunados tienen un techo duro. Otros muchos, muchísimos, siguen viviendo bajo tiendas donde las condiciones son insufribles. Pero tiene miga el asunto, porque a pesar de ser una superficie totalmente absurda para habitarla, Israel ha dictado órdenes de demolición para esas casitas humildes. La razón es que la consideran como tierras de agricultura. Todo esto, claro, en tierras palestinas.

Junto a esta comunidad en la que los burros y los camellos abundan, está un asentamiento colono de no muchos cientos de personas. Ellos tienen casas a la europea, y comodidades y todo lujo para vivir como quieren. Les robaron el territorio a los palestinos, como otras 500.000 personas, y no pasa nada. Aunque la construcción de esas colonias ha disminuido, se siguen levantando casas en la tierra que roban. Pero no pasa absolutamente nada.

Un apunte: en Ramallah el mundial se vive con fervor. Y haber vivido la victoria de la selección desde aquí es toda una experiencia.

Keep in touch, desde el West Bank.

1 comentario:

Elsa dijo...

Tremendas tus crónicas palestinas! Sigue informandonos de tus andanzas.
En la comodidad de TVE yo estoy muy bien, nada que ver con lo que nos cuentas claro...
¡Un besote!