Invalida con su brillo a la aurora,
me roba las erratas y algún verbo,
esquilma las pasiones más prohibidas,
se esconde por la esquina en cualquier sueño.
Aparenta diecinueve. Sospecha
-con razón- de crucigramas que invento,
me arroja a los caminos y a las fosas
pintadas en el dorso de algún verso.
Cuando enciendo la luz intermitente
apedrea a la noche, con premura,
y empotrado en la luz de cualquier duda
me cura con su alquimia irreverente.
Tan difícil es mantener su altura
como coser los rayos a la luna.
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