Los hechos más simples son siempre los más aceptables para una mente curiosa.
HD Thoreau, en Cape Cod
El bíceps, el codo, el antebrazo, la mano y el dedo índice. El Cape Cod lleva esa secuencia en su superficie: todo el mundo se refiere así a su anatomía. Hoy me vi caminando en su dedo índice, uno de los confines de este país, a través de la bahía abrazada por el pueblo de Provincetown, con el frío pegándome bocados mientras yo daba saltos entre piedras y atravesando los juncos de las marismas para llega al faro de Wood End.
Desde el océano, esta torre parece
cuadrada y solitaria. Pero desde sus pies parece aún más solitaria.
Es uno de los faros más desamparados de Massachusetts que he visto
hasta el momento. Porque estoy aquí haciendo una especie de ruta del
bacalao (ruta del Cod) y de
faros. Especialmente en el cabo, por lo expuesto que está este brazo
de arena a las embestidas del mar, resultan duros los inviernos y los otoños, cuando el mar lucha por comerle territorio a una tierra que alguna vez emergió de las profundidades.
Cape Cod, paraíso
de veraneo y segundas residencias en fila india, es muy similar en
todas sus versiones: norte, sur, este y oeste. Pero quienes viven
aquí distinguen el espíritu de los lugares: Chatham es más animado
que Brewster, dicen, pero Hyannis es genial y Provincetown es un
oasis. A mis ojos lo único que cambia es la vegetación, más baja y
pelada a medida que se sube por el antebrazo. Desde ahí, el mar se
puede ver a los dos lados del camino.
En el Cabo hay 25
campos de gof. En uno de ellos el faro está en mitad del hoyo 8. Se
llama Highhands (el faro y el campo de golf), Thoreau, en su libro Cape Cod,
publicado en 1865 habla así del faro: “La vivienda y faro consta
de un edificio de ladrillo de sólido aspecto, pintado de blanco y
rematado por una estructura de hierro que alberga el fanal; anejo al
mismo está la morada del farero, de una planta, también de
ladrillo, y construida por el gobierno”. Y en realidad sigue de esa
guisa, aunque cien metros más atrás debido a la erosión de las
rocas y los mordiscos del océano.
Al Cape Cod, antes
que en coche; antes que cualquier otra cosa, me ha traído ese texto
del siglo XIX. Lo mismo que me ha traído a todos los lugares que
ando merodeando, pero especialmente New Bedford. Su pasado ballenero
lo delatan los relatos y el aura de Moby Dick. Pero ese espíritu de
puerto ballenero y tabernas plácidas al calor de la leña ya no
existen. Así como otros lugares históricos mantienen cierta esencia
(como Concord), cuando recorrí New Bedford maldije a eso que llaman progreso mil y una veces.
1 comentario:
Qué pena que no encontraras lo que esperabas, pero la imagen del faro y la casa del farero son muy evocadoras :)
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