30/7/16

Hacia el sur

Desde la hora del muffin y el café colapsado de grasas de primera hora, la música envuelve Nashville. Debe de haber dormido la ciudad unas horas para no quemar la paciencia, ni los neones, ni los acordes que aún vienen de la noche anterior. Así es como se vive la cuna del country: un parpadeo de luces y guitarras.

A Nashville llegamos tras cruzar San Luis con aires detenidos: un paseo, una parada y carretera. En este viaje hacia el sur de Estados Unidos a lomos de una motocicleta se llega a muchos orígenes. Escarbando algo más dejamos atrás e origen del country -con el Hall of Fame por bandera-, seguimos descendiendo hacia Nueva Orleans y al final, llegamos a las raíces de la música: a los campos de algodón, a los lamentos que circulan en el aire, al proverbio africano que apunta a la base de nuestra existencia: “Las raíces no tienen sombra”.

Este viaje va de eso.

*

Después de merodear por Memphis durante un día y una noche, ponemos una cruz en Clarksdale, ya en Mississippi, nuestro próximo destino, un poblado en el delta del río más musical de toda América. No son muchos kilómetros, pero un diluvio, el cansancio y la oscuridad acaban con el embrague roto y una enseñanza. “La mejor forma que tenemos de pagar es ayudar a los demás”, me suelta esta mañana el tipo que movió los cielos y la tierra para mover la moto hasta su casa, nos buscó un hotel, nos recogió y nos llevó.

Seguimos rumbo al sur, paladeando la ribera del Mississippi, la Highway 61, el blues, los campos de algodón entre tormentas que estallan entre las nubes y un sol que se deja entrever cuando la furia de la naturaleza se calma: en el fondo de nosotros siempre encontramos el día despejado.


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