19/11/18

Permacultura en Cuba: una oportunidad ante la escasez forzada

El penúltimo huracán empujó las olas más allá de los cultivos. Cuando Rolando se acercó a la huerta se le hundió el ánimo y pensó que jamás recuperaría aquel lugar: el mar había salado la tierra y toneladas de troncos y ramas lo cubrían todo. Rolando Martínez, 57 años, pasea ahora por las huertas aún encharcadas con el ánimo revuelto, pero bendice a la naturaleza. Qué generosa es, suspira, porque lleva semanas lloviendo y la sal ya se ha disuelto. Del campo despuntan las primeras orejas de lechugas. 

Rolando es permacultor, uno de esos oficios que no puede separarse de la ambición más pura del ser humano: cuidar de sí mismo. La permacultura nació en los años setenta en Australia, impulsada por Bill Mollison y David Holmgren, para colocar al ser humano en la posición que realmente ocupa: un elemento más de la naturaleza. Y es en esta concepción que concibe la existencia desde todos los ángulos –ético, espiritual, agrícola— donde se encuadra la permacultura. O, como la definió Bill Mollison, “una filosofía de trabajar con la naturaleza, en vez de contra; de observación prolongada y reflexiva en vez de acción prolongada y desconsiderada, de mirar a los sistemas en todas sus funciones en vez de esperar sólo un rendimiento y de permitir que los sistemas demuestren sus propias evoluciones”.

Rolando lo ejerce en Cojímar desde 1989, el municipio de La Habana en el que soñaba el viejo Santiago y en quien Hemingway volcó El viejo y el mar. Antes, este ingeniero agrícola cuya tesis de maestría ahondó en el análisis del suelo, solo creía en la agricultura industrial: en tractores, pesticidas, horizontes de tierra quemada, arrancarle a la tierra todo lo posible. “Yo no encontraba a la permacultura ni pies ni cabeza, y menos cultivar en este lugar”, dice en la finca que trabaja con métodos manuales y ecológicos. Junto a Elisabeth, su mujer –“ella es la exploradora”–, abrieron camino en el mundo de la agricultura urbana; después vino la permacultura, el siguiente escalón. “Si lo ves solamente como agricultura urbana”, sostiene ahora, “jamás puedes verlo como un sistema amplio, una cosa cíclica, como algo donde el ser humano es el centro… del problema”.

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