Charles
Dickens llegó tarde al otoño de Nueva Inglaterra, pero cuando lo
hizo preguntó qué significaba la denominación
“trascendentalismo”. Investigó, y tras no quedar conforme cuando
alguien le dijo que trascendental era aquello que era
“incomprensible”, averiguó que esa corriente filosófica
seguía a Ralph Waldo Emerson. “Este caballero ha
escrito un volumen de Ensayos en el que, entre alguna opinión
producto de la imaginación y la fantasía, hay muchos más postulados
auténticos y valientes, honestos y atrevidos. (…) El
trascendentalismo tiene sus ocasionales rarezas, pero a pesar de
ellas posee cualidades positivas; y, lo que no es menos importante,
demuestra una fuerte aversión a la hipocresía y cierta aptitud para
descubrirla tras el millón de atuendos de su interminable vestuario.
Por lo tanto, si yo fuera bostoniano, creo que sería
trascendentalista”, dice Dickens en sus Notas
de América.
Hoy
estuve en la casa de Emerson. Estaba cerrada al público -abre la
temporada turística-
*
Yo
he llegado en los últimos coletazos del otoño, cuando el suelo es
un eterno crujir de hojas pero los árboles aún no han escupido
todas sus ropas: las ramas se resisten a soltar toda su vestimenta en
unos días que se prevén helados. A veces me sorprendo a mí mismo
tirando de una hoja, tenaz y rebelde, que ignora los mandamientos de
mitad de noviembre.
El
otoño en Nueva Inglaterra es espectacular. En Nueva Inglaterra, en
estas semanas, llueven más hojas que agua: calderos de hojas inundan
las casas, los tejados, la carretera, las aceras, las tumbas. Todo
tiene un aspecto marrón, tostado, y todos comparten esa ilusión por ser
espectadores de esta obra genial. No se preocupan por limpiar
insistentemente el suelo porque al día siguiente estará igual. Y
prefieren esperar, pasadas las semanas, cuando la belleza ya se haya
consolidado, y todo el mundo la haya disfrutado, y nadie se haya
quedado sin contemplarla. Porque al menos esa es la
sensación que yo tengo: que aquí saben vivir dentro de la belleza
sin tener que marginarla únicamente a parques naturales.
2 comentarios:
Precioso documento, mientras lo leía mis pies hacían chasquear las hojas caídas.Un saludo.
Gracias, Jorge, por caminar al este del edén
Publicar un comentario