8/11/19

Contra el odio

No contamina al hombre lo que entra en la boca, sino lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre.

Doctrina sobre lo puro e impuro, San Mateo.


En este mundo en el que tanta gente dispara antes de apuntar, no me extrañan ciertas cosas. A menudo nos quejamos de que las cosas van mal y a menudo, por no decir siempre, nos sacamos a nosotros mismos de la ecuación. Estoy seguro que quienes comentan las noticias de los periódicos son de esta estirpe. 

Avanza la tecnología, los coches y hasta las ciudades cambian las costumbres, como cantaba José Alfredo y a veces canto yo con alegría. Todo eso cambia, lo llaman progreso o desarrollo y todos y casi todo el mundo cree que estamos mejor que hace mil años: nunca nos hemos curado tanto, ni tanta gente pasó menos hambre ni frío ni con tanta facilidad tenemos acceso a la comodidad. Y eso, bueno, es cierto. Pero lo que dicen menos es en qué seguimos igual, o peor, viéndonos como enemigos, desconfiados y con el ánimo dispuesto a revolver a cualquiera. Se defienden causas y el rencor es la moneda de curso común. Lo contaba Masanobu Fukuoka con ironía: se nos considera los habitantes más inteligentes del planeta, pero somos los únicos que somos capaces de utilizar la bomba atómica.

Resulta que el otro día, en un texto que escribí sobre el Mayflower, saltaba a la vista una errata. Cualquiera que no tenga ganas de apretar el gatillo lo sabe: Massachusetts está en la costa este, no en la oeste como apareció en el artículo. Podría justificar que esa palabra no la escribí yo –porque es así: en el texto original, lo acabo de comprobar, yo no puse ni este ni oeste– pero da igual porque podría haber metido la pata, como otras veces. Y cualquier lector, viendo que quien escribe ha estado allí, asumiría que el dedo se escapó y no le daría más importancia. Pero, ay, el odio anda revuelto. 

He leído algún otro comentario con odio –casi todos los son– donde me corrigen: Plymouth no es el primer asentamiento permanente de colonos. En Plymouth estuve con muchas de las personas que preparan la celebración del 400 aniversario y aledaños, y fue algo que pregunté a menudo. “¿Por qué celebráis tanto el Mayflower y habéis establecido que Plymouth es el primer asentamiento del país si antes llegaron otros barcos y los españoles llevaban surcando estas tierras –Florida– desde cien años antes y Jamestown, en el sur de Virginia, fue establecida en 1607 y desapareció a finales de siglo?

En su Breve Historia de Estados Unidos, el historiador Philip Jenkins califica Jamestown de “colonia permanente”, y yo lo pregunté una y otra vez a varias personas (a la propia Lea Sinclair, protagonista del texto; a Brian E. Logan, jefe de comunicaciones de Plymouth 400 y con quien poso en la foto; y a Paula Fisher, directora del Plymouth County Convention). Todos me dijeron lo mismo: se considera a Plymouth el primer asentamiento permanente porque fue la primera colonia en la que llegaron familias con el propósito de quedarse en la nueva tierra, con una vida, dejando atrás todo. Muchos por propósitos religiosos pero muchos otros, con sus hijos, lo hacían para buscar un futuro mejor. Esa, me dijeron todos, era la diferencia con las demás colonias., establecidas como puestos de comercio e intercambio con Europa. Además, otra gran diferencia, es que Plymouth es el único asentamiento que sigue habitado ininterrumpidamente desde 1620. Para mí, esa es la diferencia y por eso elegí escribir asentamiento permanente. Hay, además, quien me recrimina que se hable de Estados Unidos cuando aún no existía tal nombre. Y es verdad. Pero, me imagino, por una cuestión práctica no creo que pase nada por hablar de Estados Unidos sin que no se conociera como tal en el siglo XVII. Y tomo nota para ser más preciso en los siguientes textos, aunque a veces el número de palabras limitadas te hagan hacer malabarismos para encajar una historia.

En los matices están las historias reales. En la vida, pienso, también es así. Pensar que el otro está equivocado y los conceptos que tenemos de las cosas nos hacen pasar por encima de todo y de la vida, acusándonos a nosotros mismos. Se aceptan correcciones y matices y ayudas y todo lo que sirva para aprender juntos, pero eso no debería de estar reñido con la tranquilidad y el odio. ¿No?


No hay comentarios: